Pedro Acosta ya sabe lo que es ser el líder de una carrera de MotoGP. En su tercera ocasión, en su tercer fin de semana. En su tercer Gran Premio. Fue en Estados Unidos, en Austin. En el GP de Las Américas. En esa pista de Texas que tan bien conocen también los aficionados de la F1. Ahí, el murciano, el joven piloto de GasGas, dio un paso más en su a buen seguro exitosa trayectoria en la categoría reina del motociclismo.
Porque el de Murcia tenía sin duda una gran ocasión en Austin. Salía segundo. Segundo después de una brillante clasificación. Y sí, también sabía qué hacer y qué no en el trazado texano. Porque es lo que tienen los sprints. Porque te dan una idea, ligera idea, de qué sí y qué no. Él lo avisó. Está aprendiendo... y además deprisa.
En cuanto dio comienzo la carrera, Acosta puso toda la carne en el asador para superar a Maverick Viñales. El de Aprilia no sabía por dónde ir, y al final se vio envuelto en una revuelta que le llevó de la pole al undécimo puesto. Pedro, mientras tanto, líder.
Líder con un Jorge Martín que tenía ganas de marcha. Menuda salida hizo el madrileño para ponerse en persecución de Acosta. Menudas dentelladas lanzaba para superar al murciano... y menuda defensa que hizo el chaval ante las acometidas del subcampeón del mundo y actual líder del Mundial de MotoGP.
Adelantamiento brutal a Pecco
Se sabía la lección. Cuando le pasaba por fuera, él cogía y se la devolvía por el interior. Así sucesivamente. Así hasta que al final sucumbió para caer momentáneamente a la cuarta plaza. Porque tras el intento de Márquez frente a Martín se puso tercero para escalar al segundo puesto con una pasada brutal a Bagnaia.
Y quería más. Quería mucho más. Porque veía lo que veía. Porque sabía que Jorge Martín estaba mostrando cierta debilidad, y ahí que fue. A volver a liderar. A ponerse primero. A ver a todos tras él. Sí, a Márquez también. A un Márquez que estaba con ganas.
Con demasiadas, porque en cuanto se puso líder se fue al suelo para volver a dejar a Acosta primero. Y, de repente, Viñales. De repente era Maverick, que había hecho una horrible salida, quien estaba tras él. Menudo ritmo que tenía el de Aprilia. Iba como un misil, y Acosta activó el modo defensa que tan bien le fue contra Martín. La batalla estaba servida. Al final, segundo en el triunfo de Viñales.
Huele a leyenda
Y es que el chaval tiene pinta de campeón. De gran campeón. De piloto grande que sin duda puede marcar una época en MotoGP. Tiene eso que hay que tener. Arrojo. Desparpajo. Talento. Y tiene unas ganas de ganar, tiene una ambición, que vuelve a confirmar que hay cosas que se llevan en el ADN. Él, sin duda, lo lleva en el ADN.