Ni una vuelta duró Sergio Pérez. En su carrera. En la de casa. En donde siempre quieres gustar y donde cuentas con el apoyo total de tu afición. Una afición apasionada, expectante por la llegada de su ídolo a México. Al Gran Premio de México. Pero no, no pudo ser. No pudo ser porque un accidente en la curva 1 le mandó al garaje y provocó su abandono en el Hermanos Rodríguez.
Excesivamente optimista fue Checo en el arranque. En un arranque clave, en el que la recta hasta la primera curva es más bien larga y donde se pueden ganar no pocas posiciones. Había ganado dos, pero quería más. Quería, desde el comienzo, ponerse a rueda de un Verstappen que se ventiló a los Ferrari como si fueran simples conos en el asfalto.
El neerlandés fue además clave en todo lo que pasó también. Porque Charles Leclerc, que salió realmente mal, vio cómo por un lado llegaba Max y por el otro Pérez. El resultado, sándwich. No tenía sitio, pues el tricampeón además se abrió en el giro apretando más al monegasco.
Checo, volando en México
Al final pasó lo que pasó. Leclerc y Pérez se tocaron, y el mexicano salió volando al exterior de la pista del Hermanos Rodríguez para poner rumbo al garaje.
Ahí que fue. Intentaron arreglar, sin éxito, sus daños. Él, optimista y positivo, no se bajaba del coche. A la espera del milagro. De que pasase lo de Japón y pudiera volver a salir a rodar ante su afición.
Pero no. No pudo ser. Su gesto de rabia, golpeando el volante, es la imagen de su Gran Premio de México, uno que fue más que torcido para él desde el comienzo.
Superado por Ricciardo en clasificación. Motivado, y presionado al máximo por el ambiente y por un equipo Red Bull que mira tanto dentro como fuera para acompañar a Verstappen.
Accidentes como el de México no juegan a favor para Checo, que ve peligrar su segunda posición en el Mundial de pilotos.