Lewis Hamilton fue el gran protagonista del GP de Austria... al menos el gran protagonista por las radios. Porque el inglés de Mercedes estuvo más que activo en las comunicaciones. Tan activo que obligó incluso a intervenir a un Toto Wolff harto de las continuas quejas de un piloto más pendiente de los límites de pista que de conducir.
Porque en apenas diez vueltas ya tenía una bandera blanca y negra. Porque en unas 20 ya tenía una sanción de 5 segundos. Porque las opciones, escasas, que tenía de lograr un podio en Austria se iban acabando.
Bien se encargó Norris de avisar a McLaren del hecho de que Lewis no estaba dando ni una sola vuelta dentro de las líneas. Bien estuvo pendiente, mientras perseguía al heptacampeón, de poner a su equipo en aviso para que lo tuvieran en cuenta.
Y lo tuvieron, y Hamilton recibió una sanción. Sanción que le hizo aparecer por detrás de Fernando Alonso, y que le tuvo más preocupado por si el resto se llevaba lo suyo que de su propia carrera.
Que si quién tenía penalización. Que si había alguno que pudiera tenerla... Sí, una pesadilla. Una para su propio equipo. La primera radio fue hasta amable, porque la segunda ya se lo dejó más que claro.
"Sabemos que el coche es malo..."
"Lewis, sabemos que el coche es malo. Pero dedícate a conducir", le dijo el gran jefazo, Toto Wolff, por radio para que se callase.
Para que se dedicara a conducir. A pilotar. A competir. A hacer eso por lo que le pagan. Porque la carrera que dio Hamilton con lo de las sanciones fue...
Fue tal que hasta Wolff tuvo que pararle. Lo logró, porque no volvió a haber una sola radio de Hamilton sobre penalizaciones o sobre el rendimiento de un W14 que no pudo con el AMR23 de Fernando Alonso.