Mercedes no se había visto en una así desde hace años. Desde hace muchos años. Desde antes de que Lewis Hamilton,en 2013, llegase al equipo. Desde ese momento, y más con la llegada de los v6, todo fueron fiestas. Todo fueron celebraciones. Todo fue champán y espuma... pero nada dura para siempre. Ahora, en 2023, atraviesan su mayor crisis. Una que lleva ya un año en el seno del equipo.
De la que no se han rehecho. Que no han logrado superar. Que no han sido capaces de entender y de rectificar. Porque el W14, el monoplaza que debía recuperar el tiempo perdido y de acercarse a Red Bull,no ha logrado su objetivo. Es más, está más lejos que antes, y se les han colado los Aston Martin.
En Miami también hubo otros que terminaron delante de Lewis Hamilton. Porque el inglés, que ya estaba bastante cabreado con el coche, no superó la Q2. No pudo estar entre los diez mejores. No logró poner el monoplaza donde sí lo puso George Russell.
Ahora es Toto Wolff, su jefe, quien ha cargado contra el coche: "Esto es una basura. Es el peor de lo que jamás pensé".
"Han pasado doce meses desde que estuvimos en Miami por última vez, y el coche ya no sufre 'porpoising'. Es lo único que es mejor que en 2022. No es rápido, y no sabemos el motivo", afirma.
Y califica todo de "inaceptable": "Pasamos de ser primero y segundo en unos Libres a sextos y 13º en clasificación".
"El rendimiento es malo. Los puntos débiles están en todas partes. Ritmo, rendimiento, falta de compresión... Es todo", sentencia.
Porque Mercedes está en crisis. Lo está en un año clave, con Lewis Hamilton sin renovar y necesitando algo para sumar un nuevo Mundial y ser, de esa forma, el piloto más laureado de todos los tiempos en la Fórmula 1.