Menudo comienzo, menudo inicio, tuvo Marc Márquez en Le Mans. Tuvo Marc Márquez en el Gran Premio de Francia de motociclismo. En el sprint, en la carrera corta. El sábado. En un aperitivo de lo que puede suceder en domingo. El de Cervera, que salía 13º, no tardó más que unos pocos kilómetros en situarse en la zona alta de la prueba.
Porque antes del primer paso por la línea de meta el de Ducati, el del equipo Gresini, ya era cuarto. Ya estaba en disposición para pelear el podio. Para poner en un brete incluso a Jorge Martín, que salía en la pole de Francia. Y es que esa arrancada de Marc fue de esas que se estudiarán en las escuelas de motociclismo.
Todo lo que hizo lo hizo bien. Aprovechando cualquier resquicio de la pista. Por dentro, por fuera. Colándose por cualquier hueco. Por cualquier espacio. Sin miedo. Con la mirada puesta en la zona alta de la clasificación. En un abrir y cerrar de ojos ya había logrado su objetivo.
Bezzecchi, al suelo
Había superado a Bastianini, a Bagnaia, a Acosta, a Miller, a Quartararo, a Oliveira, a Morbidelli, a Di Giannantonio... y finalmente a Maverick Viñales. Simplemente, Márquez. Marc Márquez.
Se puso tras Aleix Espargaró, quien recibió una doble long lap penalty por una 'jump start'. Sí, ya era tercero. Era tercero con apenas ocho vueltas por delante de las trece en disputa. En cinco giros ganó diez posiciones mientras Bagnania veía la carrera por televisión.
Desde ahí también vio cómo Marc le iba a terminar metiendo la moto a Bezzecchi. No aguantó la presión del de Cervera, y uno de esos rivales que tiene para llegar a la moto oficial de Ducati terminó en el suelo. Sí, Márquez ya era segundo.
Segundo en una carrera en la que empezó 13º. Segundo, tras un Jorge Martín que sabía que detrás de él tenía al ocho veces campeón del mundo. Segundo en Francia, en un podio al sprint que de nuevo fue cien por cien español con él, con el de Pramac y con la Aprilia de Maverick Viñales.