Anna Muzychuk deja de ser campeona del mundo de ajedrez, y el motivo no tiene nada que ver con la competición. La ajedrecista se negó a participar en el mundial que se celebra en Arabia Saudí "por no llevar abaya, por no tener que ir acompañada por la calle y en resumen, por no ser una criatura secundaria".

Su decisión está siendo muy aplaudida por las organizaciones pro derechos humanos, y que según explica Alma Martía, de Amnistía Internacional, "cualquier iniciativa que demande la protección de los derechos de las mujeres es muy interesante".

Porque en la petromonarquía del Golfo las mujeres tienen cercenadas sus libertades por ley, y es que allí "no pueden ni casarse, ni divorciarse, ni tener control de las tutelas de los hijos o las herencias sin el consentimiento de un tutor".

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El reino saudí afronta un lento proceso de apertura en medio de tensiones con sus vecinos Irán y Catar.

El pasado septiembre anunció que las saudíes podrán conducir a partir de 2018, una medida lárgamente demandada por activistas en las redes y que, sin embargo, se queda corta porque "hasta ahora no se han visto reformas reales en el sistema de violación de derechos".

Mientras tanto, con su espantada, Muzychuk ha puesto en jaque al machismo saudí.