Todo parecía tranquilo. Lo parecía porque una pelea entre dos jugadores desemboca en una peor. Moritz Muller aprovecha la primera batalla para buscar la suya.
No suelta a su rival en ningún momento, el árbitro ni se atreve a separarles, solo cuando caen al suelo. Entonces sí, los dos intentar cerrar la trifulca. Un acto de venganza entre dos jugadores que ya arrastraban problemas de partidos anteriores.
Visto a cámara lenta, uno se da cuenta de que el hockey pasa a un segundo plano. Tan sorprendente es la actitud lamentable de los jugadores como la de los árbitros, sin querer interrumpir la marea de golpes de Moritz Muller, que le ha acarreado tan solo un partido de sanción.
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