"Nadal ya ha perdido", "está fuera" o "una pena" se escuchaba en la redacción de Jugones. Normal. Con una tarde de trabajo por delante, el número 1 del mundo perdía 0-4 en el set definitivo ante Daniil Medvédev y, tras una pequeña reacción, 1-5. Nada que hacer. El nuestro se iba para casa porque ya cayó ante Zverev el lunes y otro año más que se quedaba sin el único torneo grande que le falta. Tele grande apagada y a currar.
Pero un pequeño televisor permaneció encendido, por si acaso. Y con el volumen muteado y este masoca del tenis pasando bolas por encima de la red, la atención sobre la pantalla se centraba cuando aparecían primeros planos de Medvédev y los suyos, cada vez más desdibujados.
Y de repente, nadie sabe cómo, el volumen se fue subiendo. Se empezaban a escuchar gritos de Nadal, y golpes en la mesa de satisfacción. La gente se reía: "Va a remontar". Y vaya si lo hizo. En breves pasamos del 1-5 en el tercer set al 6-5, Medvédev haciendo no sé qué gestos y aquí nadie capaz de hacer otra cosa que ver la exhibición.
Le puso emoción Nadal para que la gente pagara sus pecados. Nos fuimos al Tie Break, toda España. Y como siempre, como ha hecho este extraterrestre durante toda su vida, nos explicó alto y claro que nunca se puede apagar la tele cuando está él, porque Nadal y solo Rafa Nadal, gana cuando le da la maldita gana.
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6-7, 6-3 y 7-6. Seguimos, maestro.