En el gesto de extender la tarjeta de crédito para pagar no hay dolor y esa ausencia de dolor nos puede llevar a comprar de forma compulsiva. Se denomina así, "efecto dolor", y aparece cuando compramos con dinero físico, un gesto mucho más consciente, trabajoso y doloroso que el de utilizar una tarjeta de crédito. Con ellas, explican los expertos, nos sentimos más fácilmente inclinados a gastar.
"Las facilidades del crédito hace que parezca que tu dinero es infinito y el crédito hay que devolverlo algún día. Es tóxico. Cuanto más conscientes seamos de nuestro dinero, mejor llevarás tus finanzas", explica David Ruidor, CEO de Goin.
Pero la barrera psicológica de ese "efecto dolor" también se puede generar de otras maneras, por ejemplo, con un mensaje push que te llega a tu móvil y te dice que te has gastado 120 euros en la peluquería". "Eso también produce mucho dolor", explica Paz Comesaña, directora de marketing, publicidad y alianzas estratégicas de Evo Banco.
En la consciencia está el dolor, pero también, coinciden los expertos, la clave del ahorro. Si eres una persona que consumes de forma responsable, teniendo en cuenta cuál es lo máximo que puedes gastar porque tienes controlado cuanto cuanto ingresas y lo que quieres ahorrar, es indiferente que lo hagas con tarjeta o con efectivo. Pero el problema es cuando no planeamos, no somos conscientes de ello y vamos gastando como si no hubiera un mañana.
En este contexto, se calcula que el 15% del nivel de gasto familiar está impulsado por factores psicológicos asociados al uso de tarjetas de crédito. Por eso, "cualquier herramienta, límite, apoyo externo que te haga más consciente de lo que tienes o de tus límites, hace que controles mejor tus finanzas", indica Ruidor.
Así, si tu madre tiene conexión a tu banco, si tienes una cuenta conjunta con tu pareja, si incluyes tus gastos en un excel o incluso si haces una lista de lo que necesitas antes de ir a la compra, serás más consciente de tus gastos. Porque aunque duela, es positivo para nuestro bolsillo.