España (mal)gasta 46.000 millones de euros anuales en salud mental, de los cuales, el 47% va a pagar la prescripción de medicamentos por la Seguridad Social y las bajas laborales por estrés y ansiedad. Es decir, cuando el trastorno mental ya es tan severo que requiere una solución, para los expertos, drástica. Un dinero que, por el contrario, no se invierte en mejorar los servicios del Sistema Nacional de Salud.
Para hacer frente a este problema, el Estado tiene presupuestada para 2023 una partida de 43 millones de euros. Todo un récord. Nunca antes en la historia, un Gobierno había destinado tanto a mejorar lo relativo a la salud mental. Sin embargo, para el psicólogo clínico Juan Antequera, el problema es que "veníamos de un sitio tan precario y éramos tan pocos antes que, aunque es verdad que ha habido un esfuerzo, es del todo insuficiente".
Listas de espera de entre tres y cinco meses
Antequera reconoce que es incapaz de dar una atención con la calidad que le gustaría en el Sistema Nacional de Salud. "Estamos saturados. Tenemos unas listas de espera que no nos permiten trabajar", lamenta. Porque si lo normal sería dar la primera cita para terapia a la semana y que el tiempo entre sesiones no fuese de más de siete días, el sistema público de salud está dando citas con hasta cinco meses de retraso y con un tiempo entre sesiones de mínimo, quince días.
La razón se encuentra en la falta de psicólogos en el sistema público. Si la recomendación, según la Unión Europea, es que haya un mínimo de 18 psicólogos por cada 100.000 habitantes, en España la cifra alcanza tan solo seis, con diferencias muy notables entre Comunidades Autónomas.
Aun así, nos reconoce, intenta aprovechar al máximo sus sesiones con cada paciente y les manda "deberes para casa", para que ese tiempo de espera entre sesiones no cronifique los trastornos de sus pacientes. Inevitablemente, sentencia, están "saturados, sobrecargados y quemados". Preguntado por cómo sobrellevan esa saturación, él nos responde casi sin pensar: "venimos de una situación muy compleja y cada vez lo llevamos peor. Nunca había visto tantos compañeros de la pública que se quieran ir a la privada porque sienten que no pueden trabajar", recalca.
Una decisión difícil: concluir que necesitas terapia
Como ellos, cada vez más personas en busca de terapia se saltan la opción de acudir a un centro público y pasan directamente al privado. Es el caso de Laura, que no pensó ni siquiera en acudir al psicólogo de la Seguridad Social porque, dice, "tienen bastante mala fama en cuanto a que las sesiones te las suelen dar muy espaciadas en el tiempo".
Y eso que tomar la decisión de acudir a terapia no es sencillo. Ella empezó a ir en 2021, pero antes, nos cuenta, estuvo varios meses dándole vueltas al problema: "pensé que era algo transicional, que iba a ser una época y luego iba a pasar". Hasta que al final, "llegó un día que dije que hasta aquí, que necesito terapia", sentencia.
Terapia para ricos
"Pedí a mi psicóloga espaciar las sesiones. Las pusimos cada dos semanas por temas económicos, porque es un esfuerzo económico bastante grande que no es fácil asumir y de esta manera, podía seguir manteniendo la terapia, porque al mes me suponía menos gasto". El caso de Laura es solo la representación de miles de jóvenes en una situación similar.
"El tratamiento psicológico funciona y ahorra dinero al Estado como a la propia persona".
- Los trastornos mentales en jóvenes son los que más han aumentado en los últimos cinco años. En 2017, afectaban al 6,7% de la población española, frente al 15,9% en 2022.
- Incapaces de acudir al sistema público de salud, los que pueden permitírselo, se decantan por las sesiones privadas, con el consiguiente coste que suponen para este grupo de edad: 560 euros al mes, de media. O lo que es lo mismo, entre un 30% y un 40% de sus ingresos mensuales.
Ana Villarrubia es psicóloga sanitaria y directora del centro 'Aprende a Escucharte' en pleno centro de Madrid. Asegura que nunca antes había atendido a tantos pacientes que acuden a ella después de haber intentado tener una cita en el sistema público: "muchas personas incluso te cuentan el inmenso esfuerzo económico que hacen para venir, pero te dicen que les merece la pena porque les han dado cita para dentro de tres, o seis meses".
Cuando no es público ni privado: psicofármaco
El nivel de consumo de psicofármacos relacionados con el estrés y la ansiedad se ha disparado un 6,7% en el último año. Somos el primer país del mundo en el consumo de benzodiacepinas, medicamentos psicotrópicos utilizados fundamentalmente para tratamientos de casos leves de ansiedad, insomnio o trastornos emocionales. Una mala opción por la que decantarse y que implica para Villarrubia que "cuando se dispensa simplemente un fármaco es porque no hay medios suficientes para que eso se acompañe de una terapia".
Una conclusión similar alcanza el catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Cano, que no solo asegura que "el hecho de que en España no pare de aumentar el consumo de psicofármacos se debe en parte a la escasez de psicólogos clínicos en el Sistema Nacional de Salud", sino que además sentencia que estamos lejos de alcanzar un nivel adecuado para que profesionales y pacientes puedan trabajar e ir a terapia de forma cómoda y normalizada.
Llega incluso a decir que, actualmente, el sistema deja a la gente "buscándose la vida": "y ya te buscas tú tu financiación, o te quedas con el problema, que tiende a hacerse cada vez más crónico y a aparecer nuevos problemas. Al final, aparece la discapacidad, que es la que genera todos estos costes".
¿Quién ayuda a los que ayudan?
Es la pregunta que me hago durante las entrevistas a Juan Antequera y Ana Villarrubia. Ante estos niveles de presión y de trabajo constante al que se están viendo sometidos, tanto psicólogos del sistema público como del privado, ¿a quién acuden cuando el estrés les supera?
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- "En lo privado tenemos la suerte de trabajar en equipo", nos comenta Ana, que no puede evitar pararse a pensar en sus compañeros del sector público. "Contamos con la buena voluntad de los compañeros, que al final de la jornada se quedan lo que haga falta si les dices que necesitas hablar del día de hoy con alguien".
- La rutina de autocuidado de Juan es diferente: "intentamos cuidarnos mucho fuera de nuestro trabajo con espacios para nosotros que nos hagan desconectar", explica. "Qué duda cabe que incluso con ese tipo de cuidados, las condiciones laborales de las que antes hablábamos no son las idóneas y están lejos de ser las idóneas".
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