"Essure es el anticonceptivo más seguro del mundo". Era una opinión generalizada entre los expertos en ginecología allá por 2002, año en que empezó a comercializarse. No se anticiparon a los efectos secundarios que este método de obstrucción permanente podía provocar en la mujer. A saber: picores vaginales, reglas irregulares, hemorragias, ansiedad... una larga lista de contraindicaciones que convirtieron al anticonceptivo más "revolucionario" en una pesadilla para cientos de mujeres.
Essure nació y comenzó a comercializarse como el anticonceptivo del futuro. Adiós a las preocupaciones para las mujeres cuyo objetivo era anular su fertilidad: llegaba una solución revolucionaria que los expertos -algunos, no todos- no dudaban en vender como "el anticonceptivo más seguro del mundo".
Todo apuntaba a un método que nacía para afianzarse en el mercado. Conceptus, la empresa fabricante de Essure, programó un estudio clínico de cinco años sobre un volumen significativo de mujeres. Pero algo hizo que esos test se suspendieran: Conceptus anuló el estudio sólo dos años después de su inicio tras conseguir el certificado CE que le abría las puertas a su comercialización en Europa primero y Estados Unidos después.
El método que proponía Conceptus era sencillo: un anticonceptivo sin hormonas, que libraba a la mujer de pasar por el quirófano y se limitaba a la implantación de una especie de muelle de metal -níquel, acero inoxidable y titanio- y fibras de poliéster que se colocaba en las trompas de falopio usando una pistola especial. Ese muelle generaba una reacción inflamatoria en el conducto femenino que provocaba un quiste permanente en el interior del mismo.
Esa era la teoría. El citado quiste vendría a bloquear la trompa por completo y para siempre, evitando así el tránsito de los óvulos y, en consecuencia, su exposición a la fecundación por parte del espermatozoide. Era el milagro de la esterilización para la mujer: Essure prometía resultados en apenas tres semanas, sin problemas y sin pasar por el quirófano.
Los argumentos a favor de Essure -un tratamiento no hormonal, una alternativa económica y no quirúrgica...- convencieron a un gran número de mujeres; tantas como las que hoy dan clara muestra del fiasco que supuso este método. Se amontonaban las denuncias a nivel mundial contra un anticonceptivo que se intentó rentabilizar a marchas forzadas y cuyos resultados eran totalmente irreversibles.
Essure parecía dejar atrás la ligadura de trompas, pero a qué precio. Nadie se anticipó -o muy pocos lo hicieron- a los efectos secundarios de este anticonceptivo: picores vaginales, reglas irregulares, dolores de cabeza, hemorragias vaginales, inflamaciones, dolores de espalda, lumbares, reacciones alérgicas, cansancio, ansiedad...
El "milagro de la infertilidad" llegó incluso a perforar las trompas de falopio y órganos vecinos de muchas mujeres. Además, cientos de embarazos no deseados quedaron registrados pese a la utilización de un método que se vendía como lo que no era.
Datos publicados por The New York Times apuntan a más de un millón de implantes Essure colocados en todo el mundo durante los últimos 14 años. En España, según datos del doctor José Eduardo Arjona, ginecólogo de la Sociedad Española de Contracepción, se habrían registrado alrededor de 80.000 casos.
El camino hacia su suspensión definitiva no fue fácil. El escándalo Essure se fraguó en Estados Unidos y no tardó en extenderse por todo el mundo. Su impacto en norteamérica sonó con tanta fuerza que las mujeres que padecen este tratamiento consiguieron forzar una audiencia ante la Food and Drugs Administration (FDA) para revisar el permiso de este anticonceptivo. La propia Erin Brokovich, conocida activista estadounidense, comenzó una campaña contra la implantación de este método que no tardó en propagarse por otros países.
El equivalente a la FDA en España -quien cubre sus competencias- es la Agencia Española del Medicamento y los Productos Sanitarios (AEMPS), agencia estatal adscrita al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social; tras revisar los testimonios de las víctimas y escuchar opiniones de expertos y abogados de la farmacéutica que comercializaba Essure, decidieron no prohibir la utilización del anticonceptivo; aunque sí endurecer las condiciones para su aplicación.
Essure aterrizó en nuestro país entre los años 2002 y 2003. Se registraron casos de éxito pero no mayoritarios. Provocaba reacciones alérgicas en muchas de las implantadas e incluso llegaron a registrarse perforaciones de la trompa de falopio y otros órganos adyacentes por una mala posición del implante durante su colocación. Pero no fue hasta 2015 cuando la AEMPS comenzó a incluir a Essure en la lista de productos destacados sobre los que se notificaban accidentes adversos.
Las quejas de españolas afectadas se multiplicaban, centradas sobre todo en la falta de información que recibían por parte de la Seguridad Social en torno a los riesgos que comportaba la implantación de Essure: pedían firmar el consentimiento informado pero no comunicaban las complicaciones y consecuencias a las que se enfrentaba la mujer si el anticonceptivo no da resultado.
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La cresta de la ola duraba para Essure hasta 2017, año en que cesa su venta y distribución en todos los países del mundo excepto en Estados Unidos, donde dejará de comercializarse definitivamente a partir del 31 de diciembre de 2018. Así las cosas, Essure desaparecerá totalmente del mercado a partir de 2019.