César tiene cicatrices por un trasplante de corazón, pero no debería tener el cuerpo cubierto de heridas. Todo empezó con el implante de una prótesis de cadera. "Me dijeron que me han puesto el Rolls-Royce de las prótesis", cuenta César. Pero la operación se complicó tanto que dos años después le tuvieron que hacer un trasplante de corazón.
La razón: el dispositivo era de cromo y cobalto, y desde el primer momento empezó a causarle molestias. Según relata César: "En la cadera, en la parte inguinal, en el glúteo, e iban yendo a más". Pero los médicos le aseguraron que no había problema. "Que estaba bien puesta, que todo estaba bien", recuerda la víctima.

Hasta que, dos años después del implante, descubrieron que sus niveles de cobalto en sangre estaban 326 veces por encima del máximo recomendado. Su corazón estaba tan dañado que tuvieron que hacerle un trasplante de urgencia. César lo tiene claro: "Me han jodido la vida". Desde entonces, tiene que tomar hasta 18 pastillas al día, pero esa no es la peor secuela.
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Su abogado cree que hubo fallos en su caso. "Posiblemente, negligencia médica y de fabricante", apunta el abogado de César, Emilio Ortiz, director de 'Emilio Ortiz Abogados'. Mientras espera una resolución judicial, César vuelve a retomar, en lo posible, la vida que tenía antes de este implante.