En 1961 se levantó uno de los mayores símbolos de la guerra fría: el muro de Berlín. Primero fue con alambres y luego con planchas de hormigón: una barrera que se hizo infranqueable, separando familias, y que podía costarle la vida a quien trataba de cruzarla. Porque Berlín amaneció partida en dos tal día como hoy hace 60 años. De la noche a la mañana, literalmente, las concertinas dividieron plazas, calles y a conocidos.
Personas que en pocas semanas ya no pudieron ni verse: sustituyeron el alambre por un muro: el de Berlín. En el lado derecho, la República Democrática Alemana, conocida como la parte comunista; en el lado izquierdo, la República Federal de Alemania, o Alemania Occidental. En total, 155 kilómetros de hormigón armado con un altura de más de tres metros y medio separó en dos el mundo.
Este muro estuvo vigilado las 24 horas del día los 365 días del año. Pero nada impidió que hasta 100.000 personas trataran de cruzar del este al oeste. Más de 600 murieron en el intento en los casi 30 años que estuvo en pie. No fue hasta 1989 cuando cayó el muro de Berlín. Trozos de él, como el que preserva actualmente Madrid, están repartidos porque la caída del muro de Berlín es hoy símbolo del fin de la guerra fría.
Un bloque que también representa la ansiada reunificación alemana. Por eso, aquel noviembre de 1989 fue toda una fiesta que duró meses y culminó con la actuación del gran ídolo de los alemanes de la época, David Hasselhoff, actuando frente a las ruinas de un muro que desde entonces es una oda a la libertad.