El "agua potable y el saneamiento", la "educación en entornos seguros" y la "protección" ante cualquier tipo de violencia son las necesidades más urgentes de los 600.000 niños rohinyás que sobreviven en los campamentos de Bangladesh, relata Paloma Escudero, directora de comunicación de Unicef.

rohinyas

"Del millón de refugiados que hay en Bangladesh, el 60% son niños. Las cifras son enormes, solo en el denominado llamado campamento grande viven 700.000 personas, como en Washington DC", explica Escudero desde Cox's Bazar, donde se agolpan los refugiados que comenzaron a huir en agosto pasado de la represión con tintes de genocidio desatada contra ellos en Myanmar (Birmania).

Ante la inminente llegada del monzón y la temporada de lluvias, la prioridad del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) es "aumentar la capacidad operativa para darles toda la ayuda que necesitan", indica la cooperante durante su visita a ese distrito suroriental de Bangladesh, donde los rohinyás "se han asentado como han podido".

"Para poder poner sus chabolas han tenido que talar toda la zona, lo que complica la situación en uno de los lugares ya de por sí más afectados por las inundaciones. Y este año, además, con gente que vive en chamizos de bambú y plásticos", explica Escudero desde los campamentos.

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"Ha sido muy difícil poder acceder a ellos, con agua potable, letrinas, campañas para el suministro de alimentos, y ahora el reto es enorme para no perder todo lo conseguido", asegura. Unicef también trabaja con las autoridades bangladeshíes para mover a las familias que viven en los puntos más vulnerables, como barrancos y laderas, en "una operación humanitaria de gran envergadura": "vamos a trasladar a un mínimo de 100.000 personas, aunque esperamos poder llegar a las 200.000".

"No olvidemos que el 25 de agosto de 2017 llegaron aquí 700.000 personas muy afectadas, heridas, con hambre y miedo. Nuestra primera misión fue instalarles, pero van a vivir aquí mucho tiempo y hay que planificarlo todo a medio plazo", asegura. "Ahora mismo no pueden volver a Myanmar (Birmania) porque no hay seguridad, nadie lo pone en duda. El Gobierno bangladesí ha sido extremadamente generoso, pero los considera refugiados y no se nos permite hacer instalaciones permanentes, aunque está claro que van a tener que hacer su vida aquí en los próximos meses y años".

Niño rohinyá en un campo de Birmania

Además de las necesidades más básicas, como el agua potable, los niños, la mayoría de los cuales son analfabetos, necesitan "escuelas como entornos seguros en un lugar en el que no tienen acceso a otro tipo de entretenimiento".

"Las escuelas estaban cerradas en el estado birmano de Rakáin, del que proceden, desde 2012 y no han estudiado y sus madres son mujeres sin educar. Hemos conseguido que unos 115.000 vayan al colegio, pero claro hablamos de 600.000 menores y eso deja a muchos fuera de la educación todavía", explica Escudero. También "estamos reforzando la educación de mujeres, niñas y adolescentes para evitar matrimonios precoces forzados".

testimonios

"Estamos desarrollando centros de mujeres, escuelas especiales para adolescentes, programas para detectar e identificar el tráfico ilegal de mujeres y niños y también la violencia de género", añade.

Se calcula que hasta unos 50.000 niños nacerán este año en Bangladesh, los llamados "hijos del genocidio", fruto de las violaciones a las que fueron sometidas muchas mujeres rohinyás, pero también porque el nivel de natalidad de esta minoría es muy alto.