La planta de Volkswagen en Alemania ha sido testigo de un momento histórico que refleja el estado crítico de la economía alemana. Por primera vez en sus 87 años de historia, la compañía se plantea cerrar dos de sus fábricas en el país, ante la creciente presión financiera. Durante una huelga, los trabajadores abuchearon a la cúpula directiva, algo nunca visto en la trayectoria del gigante automovilístico.
Este episodio no solo marca la crisis interna de Volkswagen, sino que es un reflejo de los problemas más profundos que enfrenta la mayor economía de Europa. Al cierre de 2023, Alemania registró un crecimiento negativo, arrastrando a la baja las previsiones económicas de la Unión Europea. Mientras tanto, otros países como España cerraron el año con un crecimiento del 2,5%.
El exdirector de la aerolínea Air Berlin, ahora residiendo en España, es claro al respecto: "Tienen que ajustar sus plantillas para sobrevivir", señala, haciendo eco de una solución radical que está ganando terreno en Alemania.
Uno de los puntos de debate más acalorados ha sido el tema de las horas laborales. El CEO del Deutsche Bank, Christian Sewing, ha lanzado una advertencia contundente: "Con una media de 28 horas semanales y una jubilación a los 63, no lo conseguiremos". Y las cifras le dan la razón. Mientras que los trabajadores alemanes promedian 28 horas a la semana, la media europea es de 36 horas, y en países como España, la cifra llega hasta las 40.
Lo irónico es que, durante la anterior crisis económica, Alemania había sido la principal defensora de la idea de que los países del sur de Europa, como España y Grecia, trabajaban menos y se jubilaban demasiado pronto. La entonces canciller Angela Merkel fue contundente: "Es importante que en países como Grecia, España y Portugal, la gente no pueda jubilarse antes que en Alemania (…) Tienen muchas vacaciones y otros, muy pocas".
Este jueves, ex empresarios alemanes que residen en el sur de Europa, parecen haberse dado cuenta de que su receta económica no era tan infalible como pensaban. Con la recesión llamando a la puerta y los gigantes industriales tambaleándose, Alemania se enfrenta a la dura realidad de que, quizás, trabajar más no sea la única solución.