El último destino de Alexéi Navalni, que ha muerto este viernes en prisión , fue el destierro a un gulag soviético, en plena Siberia rusa, a principios de diciembre. En un régimen de aislamiento, Navalni compartía paredes con asesinos en serie a temperaturas de hasta 30 grados bajo cero, algo que suponía una piedra menos en el zapato de Putin.
Sin embargo, su traslado al gulag soviético desde una prisión a 200 kilómetros de Moscú en la que cumplía casi 20 años de cárcel por extremismo no se supo hasta tres semanas después, un tiempo en el que se especuló sobre si estaría vivo. "Hemos de encontrarle lo antes posible porque ahora mismo está solo y en manos de los que una vez trataron de matarle", expresó entonces Kira Yarmysh, portavoz del opositor.
Consiguió que Putin fuera abucheado en 2011
Su largo historial siendo el opositor ruso más mediático hizo que ya en 2011 el propio Putin fuera abucheado. Navalni lideró una larga lucha en la calle denunciando la corrupción rusa, por la que acabó varias veces detenido, y se atrevió a acusar al mismo Putin en un documental de poseer el palacio más grande del mundo, hechos por los que sufrió una persecución sin límites.
El opositor llegó incluso a sobrevivir a un evenenamiento con Novichok en 2020, la misma sustancia con la que varios exespías rusos fueron asesinados. Sin embargo, tras ser tratado en Berlín, decidió no esconderse y volver a Rusia, aunque nada más aterrizar fue arrestado e ingresó en prisión hasta el día de hoy, una decisión de la que nunca se arrepintió.