Hace 365 días, unos 3.500 miembros de Hamás irrumpían armados en territorio israelí. Infiltraron decenas de milicianos, secuestraron civiles y soldados y dispararon miles de cohetes. Llegaron a matar a al menos 250 personas; un ataque sorpresa y sin precedentes que supuso la mayor ofensiva contra territorio israelí en décadas. Israel no tardó en responder: bombardeó masivamente Gaza causando, en ese ataque, 232 muertos. "Ciudadanos de Israel, estamos en guerra. Y la ganaremos", aseguró Benjamín Netanyahu. Fue la primera piedra de una crisis que parece no tener fin a la vista.
A día de hoy, Gaza se ha visto masacrada, con más de 41.800 muertos -16.000 de ellos niños- por fuego israelí en un territorio completamente en ruinas, en el que la miseria y la enfermedad llegan a donde no lo han hecho las armas, tanques y bombas de Netanyahu. Una guerra que se ha ido extendiendo más allá de las fronteras palestinas, golpeando de lleno a Cisjordania -con 609 palestinos muertos- y Líbano -cuya invasión ha iniciado Israel recientemente-, y en la que ha acabado por meterse Irán. Es el resultado de una crisis que, lejos de cumplir realmente un año, se remonta a décadas atrás.
En concreto, fue en 1948 cuando el conflicto saltó por los aires. Aquel año escaló el enfrentamiento árabe-israelí tras una resolución de la ONU -publicada un año antes- que acababa por dividir el territorio en dos: 55% para los judíos, Jerusalén bajo control internacional y el resto para los árabes (incluida la Franja de Gaza). Ya entonces, las discrepancias por quién ocupaba cada zona ocasionaron cientos de miles de refugiados palestinos que terminaron asentándose en la Franja de Gaza.
Los enfrentamientos continuaron, llegando a desatarse la Guerra de los Seis Días en 1967.
La evolución del conflicto a cotas internacionales provocó, entre otras tantas consecuencias, que en 1987 se fundara Hamás, grupo terrorista originado para enfrentar a Israel por el control del territorio y que en 2006 llegó al poder tras ganar las elecciones. Desde entonces, Israel y Egipto impusieron un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo devastador sobre Gaza y los miles de civiles.
Israel, sin frenos
A partir de la masacre del 7 de octubre perpetrada por Hamás, la respuesta israelí sobre Palestina fue brutal, salvaje. En el último capítulo de este conflicto, que cumple su primer aniversario, más de 41.800 personas han muerto -según el Ministerio de Sanidad gazatí-, entre las que se encuentran miles de mujeres y niños. Quienes han logrado sobrevivir no lo hacen en mejores condiciones: los intentos de Netanyahu por bloquear toda ayuda humanitaria (comida, agua y medicamentos) han limitado las esperanzas de vida en un pueblo marcado por la violencia y la desesperación, y en donde incluso ha regresado la polio tras 25 años sin casos.
La OMS alertó de que Israel mataba a un niño cada 10 minutos en Gaza
Son cifras que exponen una de las mayores tragedias de nuestro siglo. Como también lo evidencian los escenarios que ahora conforman Gaza: hospitales colapsados -los pocos que han quedado en pie tras la ofensiva israelí, que ha efectuado 516 ataques donde han muerto 765 personas-, campos de refugiados con miles de hacinados en condiciones infrahumanas -y que aun así no se libran de las bombas- y un sinfín de casas sin gente después de que más de más de tres millones de personas (dos en Gaza y 1,2 en el Líbano) hayan sufrido desplazamiento forzado; eso, quienes han podido hacerlo y no han sucumbido a las múltiples emboscadas preparadas por el Ejército israelí para impedir la huida de muchos de ellos. Bombardeos continuos que tenían como objetivo, según justificaba el Ejército israelí, acabar con los máximos dirigentes del grupo terrorista Hamás.
Ha sido tal la ofensiva que, poco después de iniciarse el conflicto, el 10 de noviembre, la Organización Mundial de la Salud alertó de que Israel mataba a un niño cada 10 minutos en Gaza. El director General de la OMS llegó a denunciar ante la ONU que en Gaza "los pasillos de los hospitales están abarrotados de heridos, enfermos y moribundos; las morgues están desbordadas; se hacen cirugías sin anestesia; decenas de miles de desplazados se refugian en hospitales; las familias desesperadas por comida y agua están hacinadas en escuelas superpobladas".
Ante este drama, tan solo tres meses después de estallar todo por los aires la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas ya decretó medidas cautelares contra Israel para evitar "un genocidio" en la Franja de Gaza. Lo hizo a raíz de una denuncia de Sudáfrica, quien presentó una reclamación el pasado 29 de diciembre exigiendo "medidas provisionales" de carácter urgente.
De esta manera, el Tribunal de la Haya dictó que, de entre las seis medidas cautelares que el Estado de Israel tendría que implementar en el plazo de un mes, debía evitar cometer un genocidio en la Franja de Gaza, garantizar servicios humanitarios suficientes o evitar la destrucción de pruebas sobre la prevención y el castigo del delito de genocidio.
Pese a ello, Israel siguió incumpliendo su obligación de garantizar la atención de las necesidades básicas de la población palestina en Gaza. Un dato escalofriante: durante el mes de agosto de este mismo año Israel denegó u obstaculizó el 46% de los operativos humanitarios de los organismos de la ONU y sus socios en la Franja de Gaza. Es por ello que la ONU ha llegado a afirmar que el país dirigido por Netanyahu está cometiendo un grave crimen de guerra, y por lo que se inició -teniendo en cuenta los otros factores anteriormente relatados- un juicio en la Corte Penal Internacional que finalizó con una decisión tajante: ordenar a Israel detener su ofensiva en Gaza.
El mundo, mero observador de la tragedia
Lo cierto es que, más allá de la condena absoluta por parte de distintos organismos internacionales, o el propio reconocimiento español del Estado de Palestina, la inacción de Occidente ha sido absoluta. Llamamientos al alto el fuego y a la paz, a la búsqueda de soluciones factibles para ambos territorios, ha habido muchos, pero han sido escasos los ejercicios prácticos ejecutados por Occidente parar poner fin al drama. En noviembre de 2023 un breve alto el fuego de cuatro días se tradujo en un intercambio de rehenes, pero aquel parón no supuso un punto y final en el conflicto; más bien, una simple coma.
Y en esa pausa humanitaria en la que se intercambió a al menos 105 rehenes israelíes a cambio de cerca de 240 presos palestinos, tuvieron que ver, y mucho, Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Qatar. Países que lucharon por llegar a la paz y que insistieron en más de una ocasión en conseguir otro alto el fuego que, pese a los esfuerzos diplomáticos y de mediación, no se ha conseguido.
Un conflicto extendido a Oriente Próximo
En paralelo a la guerra en la Franja de Gaza, la violencia israelí ha alcanzado un nivel sin precedentes también en Cisjordania, donde se han registrado ataques israelíes, y más de 700 palestinos han muerto. De esta manera, Israel ha ido ampliando su ofensiva a otros territorios. Este 1 de octubre el Gobierno de Netanyahu inició una invasión terrestre en Líbano. Con la justificación de no permitir que el "7 de octubre vuelva a ocurrir" en ninguna de sus fronteras, el Ejército israelí comenzó "la siguiente fase de la guerra" llevando a cabo "incursiones terrestres limitadas, localizadas y selectivas, basadas en información precisa, contra objetivos e infraestructuras terroristas de Hizbulá en el sur" del país vecino.
Una vez iniciada la invasión terrestre en Líbano, Israel reconoce ahora que lleva casi un año haciendo "pequeñas incursiones" en el sur de ese país. Defienden que estas operaciones tienen como objetivo desmantelar los túneles de Hizbulá que, según Tel Aviv, usaba la milicia para planear un ataque similar al que Hamás llevó a cabo contra los kibutz.
Ante esto, finalmente Irán ha acabado metiéndose en el conflicto. El mismo día que Israel comenzó su invasión terrestre en Líbano, Irán, el gran aliado de Hizbulá, bombardeó al país de Netanyahu con cientos de misiles balísticos.
La Guardia Revolucionaria de Irán, quien reivindicó el ataque, lo justificó como represalia por la muerte del líder político del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), Ismail Haniye, y del secretario general del partido-milicia chií libanés Hezbolá, Hasán Nasralá. Israel ya ha avisado que responderá y que "pagará por ello". Mientras, discute con Estados Unidos sobre cuál será el nivel de la represalia en las que no se descarta que pudiera bombardear infraestructuras petrolíferas o nucleares.
Un año después del ataque terrorista de Hamás en territorio israelí y la respuesta militar del Gobierno de Benjamin Netanyahu bombardeando e invadiendo Gaza, crece la preocupación ante un conflicto que parece no tener fin.
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