El peor pecado, hacer sufrir a los demás

Anticapitalista, feminista y 'ecofriendly': así fue la lucha progresista del papa Francisco

¿Por qué es importante?
Es innegable que Bergoglio intentó dar un impulso de modernidad a la Iglesia católica y que gran parte de la izquierda se siente representada por él. Tras su muerte, toca analizar lo que sí consiguió, lo que no y a lo que no se atrevió.

El papa Francisco, en una imagen de archivo.

El papa Francisco fallecía este lunes a primera hora de este lunes, dejando un legado progresista. Tanto que es innegable que Bergoglio intentó dar un impulso de modernidad a la Iglesia católica y que gran parte de la izquierda se siente representada por él. Sus discursos han sido muy celebrados durante estos 12 años de papado, pero toca analizar lo que sí consiguió, lo que no y a lo que no se atrevió.

Bergoglio clamó contra el sistema capitalista y su desigualdad creciente, instando a una revolución que devolviera "la economía al servicio del hombre". De hecho, no dudó en pedir un mejor reparto, impuestos para las multinacionales, mayor transparencia o control de la corrupción, así como el fin del gran negocio de la guerra. Conflictos que, aseguraba, generan hambre: "Si en un año no se fabricaran armas, se acabaría el hambre en el mundo", señaló en una ocasión

No se quedó aquí, porque también exigió un mayor respeto por el planeta y hasta le dedicó una encíclica a la lucha contra el cambio climático, sobre el que solía sostener que arruina poblaciones y obliga a migrar. También lamentaba esas migraciones forzadas, por ejemplo, cuando Jordi Évole le enseñó una concertina de las que coronan vallas como la de Melilla, no dudaba en hablar sin rodeos y recordaba a Europa que "sus hijos golpearon las puertas de América tras las guerras".

También le indignaban las injusticias contra las mujeres. Un feminismo que mostraba con gran poder pedagógico, preguntándose "por qué se da por descontado que las mujeres tienen que ganar menos que los hombres". También le soliviantaba que una mujer más desfavorecida gestara el hijo de otro, tanto que pidió el fin de los vientres de alquiler. Y es que para el pontífice todas las personas eran dignas del mismo amor de Dios, de la misma consideración.

Algo que, a sus ojos, era independiente de cualquiera de sus características, ya fuera la orientación sexual o quién fuera su pareja. Quizás este convencimiento de que no hay peor pecado que hacer sufrir a los demás, fue su faceta más revolucionaria.