Comienza el segundo acto del Brexit, que pasa por negociar la futura relación del Reino Unido con los 27 estados miembros de la Unión Europea. Y hay que hacerlo antes de final de año, aunque la situación parece presentarse complicada desde el principio.
"Que en tan pocos meses se pueda negociar un acuerdo comercial que incluya desde pesca y agricultura a cooperación en materia de seguridad, manufacturas, importaciones y exportaciones... Es un reto muy grande", ha señalado Pol Morillas, director del Centre for International Affairs de Barcelona.
Es decir, una misión casi imposible que abre nuevos escenarios. "O bien vamos a necesitar extender el periodo transitorio, o bien sólo vamos a cerrar un acuerdo de mínimos, de cero aranceles y poco más, que generaría una disrupción económica importante", ha apuntado Federico Steinberg, analista del Real Instituto Elcano y profesor de la UAM.
Pol Morillas ha recordado que "Johnson ha prometido que no habría prórroga", y ha profundizado en la cuestión: "Lo que hemos visto con el Brexit, tal y como lo ha gestionado Johnson hasta la fecha, es que se ha movido más por pragmatismo. Del mismo modo que ha habido esa promesa se puede revertir esa situación".
Más allá del comercio de bienes, lo que quiere Londres es poder vender servicios en la Unión y, al mismo tiempo, controlar la inmigración. Va a ser uno de los puntos de fricción. En palabras de Federico Steinberg: "Es probable que, si Reino Unido insiste en controlar la inmigración, la Unión Europea insista en no dar acceso a los servicios financieros. Lo que se llama el 'pasaporte bancario' para los bancos británicos que quieran operar en la Unión"
También será polémica la cuestión regulatoria. Reino Unido no quiere seguir normas fiscales y laborales de la Unión para poder, por ejemplo, bajar impuestos. "La Unión europea dice: tienes que tener las mismas condiciones que yo porque si no vas a estar vendiéndome en condiciones de competencia desleal", ha destacado Steinberg. Para la Unión Europea, será prioritaria la pesca: tener acceso a los caladeros británicos es una línea roja.