Los aranceles son un duro golpe a la cesta de compra de los estadounidenses. A partir del 18 de octubre, cada vez que vayan a comer un menú europeo tendrán que pagar un 25% más y pensárselo dos veces antes de incorporar a su dieta productos de fama mundial como el whisky escocés o irlandés, el queso gouda de Holanda, mejillones belgas, el mundialmente famoso vino de Francia, salchichas alemanas o el parmesano de Italia.
Precisamente para que la Administración Trump fuera consciente de lo que implica su medida, una reportera italiana le dio un queso al secretario de estado el pasado lunes. "Esto es lo mejor de Italia, algo que nuestras familias hacen con el corazón", le dijo.
Los granjeros italianos calculan que perderán hasta 500 millones por la subida de aranceles, pero no serán los únicos afectados. La industria textil británica también estará en el punto de mira.
Una medida por la que Trump saca pecho y se declara vencedor de la guerra comercial: "Ha sido una gran victoria para los Estados Unidos, ¿verdad?".
El presidente de la comisión, Jean Claude Juncker, recuerda a Trump que no solo entran en juego las exportaciones de Europa: "Si incluyes los productos financieros, la película es justo la contraria". La Unión europea lamenta así la decisión y avisa: esto complicará futuras negociaciones.