Faltaba 20 minutos para que acabaran las clases. El tirador, un joven de 19 años, activa la alarma de incendios, se coloca una mascarilla y lanza bombas de humo: acaba de crear la escena perfecta.
Todos los alumnos salen al pasillo llamados por la sirena y él aprovecha la neblina para acribillar indiscriminadamente. "Escuché disparos, vi cadáveres en el suelo...", dice uno de los estudiantes, aún conmocionado por lo ocurrido.
Utilizó numerosos cargadores e hizo falta la actuación de los SWAT, que buscaron al asesino aula por aula. Los agentes tardaron una hora en darle caza a metros del centro escolar.
El exalumno del centro Nikolas Cruz acababa de ejecutar lo que muchos de sus compañeros de clase temían: una matanza.