Herbert Kickl, líder del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), ha logrado una victoria electoral que marca un antes y un después en la política del país. Con una retórica abiertamente xenófoba, conspirativa y populista, Kickl ha presentado su ascenso como el nuevo 'canciller del pueblo' que llevará a Austria a una 'nación más homogénea', en una clara referencia a sus planes de restringir la inmigración y eliminar el derecho de asilo.
Desde el inicio de su campaña, Kickl ha seguido lo que muchos describen como una versión moderna del 'manual del perfecto nazi'. Con un discurso plagado de teorías conspirativas, ha negado la existencia del cambio climático, tachado la pandemia de COVID-19 como una 'plandemia' fabricada para controlar a las masas y, sobre todo, ha promovido la infame "teoría del reemplazo", sugiriendo que las élites globales buscan sustituir a la población europea blanca por inmigrantes.
Las propuestas de Kickl, que incluyen el cierre de fronteras y la expulsión de inmigrantes, han resonado entre un sector de la población austriaca preocupado por la seguridad y la identidad nacional. "No nos apartaremos de esta senda", declaró Kickl en su discurso de victoria, dejando claro que su mandato se centrará en fortalecer las barreras migratorias y, según él, proteger la "homogeneidad" de la nación.
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Además de sus políticas domésticas, Kickl ha mostrado una fuerte afinidad por el presidente ruso Vladímir Putin, siendo uno de los pocos líderes europeos en no condenar la invasión de Ucrania. A pesar de las críticas y las protestas, el nuevo líder austriaco ha dejado claro que su alineamiento con Moscú no cambiará, posicionándose como un firme opositor a cualquier ayuda europea a Kyiv.