3,8 millones de ucranianos han abandonado ya su país y la mayoría, 2,3 millones, se ha quedado en Polonia. La situación es de desbordamiento y cientos de organizaciones y voluntarios se esfuerzan por sacar a todos los niños y familias que puedan del país.
Un ejemplo es la Fundación Madrina, que se ha desplazado para gestionar la salida de miles de personas y traerlas a España, que ya ha recibido a alrededor de 80.000 personas que huyen de la guerra.
"Merece la pena hacer este esfuerzo por verles los ojos, los abrazos que hay...", resume Conrado Giménez Agrela, presidente y fundador de la organización. "Son las víctimas inocentes de esta tragedia", afirma.
Madres e hijos necesitan asilo, familias de acogida, oportunidades para poder continuar con sus vidas y tener un futuro digno. "Es importante venir abanderado por una institución que cuenta con los permisos suficientes porque si no corres el riesgo de hacer kilómetros para nada. Y es una pena, porque cada asiento es una vida", asevera. "Muchos han estado metidos semanas en subterráneos, en refugios, en puentes", resume el presidente de la Fundación.
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Y entre todas las víctimas de esta guerra, los niños son los más perjudicados. Especialmente, los huérfanos. Se calcula que unos 100.000 menores han tenido que abandonar los orfanatos donde vivían y muchos de ellos han sido traslados a zonas como Leópolis, al oeste de Ucrania. Pero ya es de urgencia sacarlos de allí: "Son víctimas de la guerra anterior. Nos cuentan que a veces oyen un ruido y se esconden", recuerda, emocionado.