Es fotoperiodista y eso se le nota al responder a las preguntas. Está cansado, pero habla directo, va al grano. ¿Por qué huiste? "Mi vida corría peligro". ¿Qué pasó dentro del avión? "No podíamos respirar, no había espacio, todo el mundo entró en pánico". Ahora desarrollaremos un poco más su historia, que es la de muchos otros afganos que estos días están saliendo como pueden de un país tomado por los talibanes.
Se llama Ramin Rahman y hasta hace unos días era un fotoperiodista que vivía en Kabul, la capital de Afganistán. Desde ahí trabajaba para varios medios internacionales (principalmente alemanes). "Tenía una buena vida, muy bonita, con toda mi familia", cuenta a lasexta.com desde Qatar, a donde fue a parar después de formar parte de un sorprendente y peligroso vuelo llevado a cabo por el Ejército de Estados Unidos en la madrugada del domingo pasado: el avión, con capacidad para unas 130 personas, despegó con 640. "Suerte", dijeron desde la torre de control. Gracias a la habilidad del piloto todo salió bien y hoy nos atiende al otro lado del teléfono desde una base militar de Estados Unidos.
"No había espacio, todos teníamos sed, no había aire, no se podía respirar bien, hacía mucho calor y teníamos mucho miedo", relata Rahman. Explica que el grupo de unos 800 afganos (640 adultos y 183 niños) estuvo varias horas dentro del avión antes de que despegara, y que incluso él intentó salir en un momento dado por culpa del agobio, pero que los militares estadounidenses le pidieron que no lo hiciera porque estaban identificando "peligro talibán" cerca. "Fue muy estresante, nadie sabía dónde íbamos", cuenta.
Una llamada que fue clave para salvar su vida
Rahman recuerda que, viendo el avance de los talibanes, llevaba meses intentando conseguir un visado para salir del país, pero que nadie quería dárselos a los afganos. Además, en el mercado negro las visas se venden por hasta 9.000 dolares, un dinero que él no tenía. Su miedo no era infundado: los talibanes habían capturado a uno de sus amigos y su nombre estaba en la lista de los integristas. "Sentía que mi vida estaba en peligro", explica. Su estilo de vida choca frontalmente con lo que los talibanes entienden como sano: "Tengo muchos tatuajes, soy muy crítico, estoy en muchos medios y redes sociales,trabajaba para medios internacionales, mi cara estaba en todos lados", enumera el fotoperiodista.
"Si mueres, nada importa. Si sigues vivo, puedes intentar arreglar las cosas"
"Sentía riesgo por mi vida y decidí salir". Su relato, pese al cansancio por todo lo vivido en los últimos días, es claro: "Si mueres, nada importa. Si sigues vivo, puedes intentar arreglar las cosas. Era un asunto de vida o muerte para mí", zanja.
El ‘día de autos’ fue largo. Cuenta Rahman que cuando los talibanes accedieron al lado oeste de Kabul él estaba, precisamente, en la embajada de Irán tratando de conseguir un visado. No se lo dieron. "Cuando volví a casa vi a todo el mundo entrando en pánico, los rumores decían que los talibanes ya estaban en la ciudad", relata. "Pánico". Es la palabra que más repite este fotoperiodista. "Todo el mundo estaba asustado, se cerraron las tiendas y las calles se vaciaron, la gente estaba desesperada, no sabía qué hacer".
Con ese miedo en el cuerpo, Rahman llegó a casa y fue ahí cuando recibió la llamada de otro amigo periodista. Había conseguido colocarlos a los dos en la lista de Alemania para la evacuación de Kabul que se iba a producir ese mismo día. Tenía que ir al aeropuerto tan pronto como pudiera. "Pagué cinco veces más por el trayecto en taxi, nadie era capaz de llegar al aeropuerto, había muchos atascos", detalla.
Los militares y el pánico en el aeropuerto
En el aeropuerto encontró "un número que no era normal" de militares. "La Policía ya se había ido", explica. Dentro solo vio militares y miles de personas desencajadas. "Nadie me pidió el visado y la gente estaba corriendo hacia todos lados", explica para ejemplificar el caos del lugar. "Era un desastre total, todo el mundo se preguntaba qué iba a pasar". Él, en principio, solo tenía que ir a la terminal internacional y esperar a la llegada del avión alemán que le sacaría del horror.
Pasaron horas y con ellas llegaron las malas noticias: su amigo le informó de que finalmente Alemania comenzaría la evacuación al día siguiente. "No sabía qué hacer", cuenta. Salir era un riesgo, pero quedarse también. "Hubo rumores de que los talibanes estaban dentro del aeropuerto y la gente volvió a entrar en pánico, a correr, gritar y subirse a los aviones", describe. Era ya de noche cuando aterrizó un C-17 Globemaster III del Ejército del Aire de EEUU, con capacidad para 137 personas.
"Estaba confuso", cuenta Rahman. "Entramos en la zona donde estaban los americanos, nos dijeron que estábamos a salvo allí, que esa era tierra americana, que no nos podían hacer nada". Era ya casi medianoche y, pese a la supuesta ‘seguridad’ que prometían los militares estadounidenses, el caos seguía reinando, el miedo y la impaciencia imperaban.
Fue entonces cuando cientos de personas entraron casi en avalancha en la aeronave de Estados Unidos. "Nos dijeron que saliéramos, que ese no era el avión que nos sacaría de ahí", cuenta. Aún así, permanecieron dentro. "Fue muy duro, la gente se enfadó. Imagina, cerca de mil personas corriendo en un avión", continúa el fotoperiodista. "No había espacio, todos teníamos sed, no había aire, no se podía respirar bien, hacía mucho calor…".
Una vez todos dentro, parece que los estadounidenses decidieron que ése era el mal menor. De hecho, el propio Rahman intentó salir del avión por puro agobio y no le dejaron: era más seguro permanecer dentro, aunque llevara más de una hora, en mitad de la aeronave, y sin saber nada. Solo escuchaban tiros fuera. "Temíamos que los talibanes hubieran entrado en la terminal internacional", continúa.
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Finalmente los militares cerraron las puertas de la aeronave con todos dentro porque, efectivamente, los talibanes "estaban cerca". Pasó otra hora. "Fue muy estresante, nadie sabía dónde íbamos. Todo el mundo lloraba, escuchábamos disparos fuera", explica. Y pasó otra hora hasta que los estadounidenses, ya sí, les dijeron que iban a viajar con todos dentro. Lo lograron. Llegaron a Qatar y ahora están todos alojados en la Base Naval As Sayliyah, desde donde este fotoperiodista no ha dejado de dar entrevistas para poner cara, voz y palabras al horror. Ellos al menos se han salvado.