Desde este lunes, y después de más de tres meses de cierre, Bélgica ha vuelto a autorizar los viajes no esenciales al extranjero. Es decir, se abre la puerta a que la ciudadanía pueda desplazarse por motivos turísticos, un hecho que, en la práctica, no depende exclusivamente del país belga, ya que cada Estado tiene potestad para marcar restricciones de entrada y salida.
Esta medida supone un vuelco con respecto a lo que se hace en el resto de la Unión, especialmente ante la ola de coronavirus que ha experimentado Europa en las últimas semanas.
Aun así, hasta el momento, eran pocos los países que prohibían explícitamente este tipo de viajes —en la mayoría de los casos, como ha hecho la República Checa, se prohíben los desplazamientos a zonas afectadas por las nuevas cepas, que están fuera de Europa—.
Ahora bien, precisamente por la alta incidencia registrada en el viejo continente, muchos países indican que los viajes turísticos están "fuertemente desalentados". Este es el caso de Alemania, Austria, Dinamarca o Suecia, entre otros. España, por su parte, no prohíbe los viajes no esenciales como tal, pero recuerda que hay lugares en los que se están imponiendo restricciones o períodos de cuarentena a las personas procedentes exclusivamente de nuestro país (aquí puedes consultarlos).
Se mantiene la dureza de las restricciones
Lejos de seguir el ejemplo belga, los controles en los desplazamientos siguen siendo estrictos —sin ir más lejos, en Francia, los extranjeros procedentes de Brasil, Argentina, Chile y Sudáfrica se enfrentan a multas de 1.500 euros por no cumplir la cuarentena obligatoria—.
Y este es un punto importante a la hora de efectuar un viaje: la flexibilidad para desplazarse no solo depende del país de origen, sino también del país de destino. Por ejemplo, España solo permite la entrada sin restricciones adicionales a los viajeros de Australia, China, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Ruanda, Singapur y Tailandia. Es decir, si un belga decidiera venir a España, sea por motivos turísticos o de cualquier otra índole, como mínimo debería presentar una prueba de COVID-19 negativa previa a la salida.
El caso de Francia es singular, debido a que es uno de los países más duros con la llegada de extranjeros (aparte de las multas mencionadas en caso de no cumplir el aislamiento, al cruzar la frontera hay que presentar un test negativo PCR realizado como mucho 36 horas antes, y no 72 horas como hasta ahora).
No obstante, esto no ocurre en el caso contrario: de acuerdo con la normativa recogida por la Comisión Europea, en el país galo no hay restricciones para viajar a otros países dentro del espacio europeo, ni a Australia, Israel, Japón, Nueva Zelanda, Singapur, Corea del Sur o el Reino Unido. Aun así, las autoridades francesas indican que los viajes internacionales, en general, "están fuertemente desalentados".
Es decir, un francés, de acuerdo con la normativa de su país, tiene permitido viajar a España por motivos turísticos. En cambio, esto es muy diferente en el caso del Reino Unido —en la actualidad, España prohíbe la llegada general de británicos a nuestro país—. Cabe resaltar el hecho de que el RU ya no forma parte de la Unión Europea, pero el resto de países miembros permiten las entradas y salidas, aunque el ente recuerda que "deben desaconsejarse hasta nuevo aviso todos los viajes no esenciales" a esta zona.
Europa confía en el certificado COVID como solución
Tal y como ha descrito la Comisión Europea en más de una ocasión, los países miembros se aferran al certificado de vacunación como salvoconducto para recuperar los viajes no esenciales. En este sentido, la propia ministra de Turismo de España, Reyes Maroto, augura un verano "distinto al de 2020" y con "mejores perspectivas" gracias al certificado verde digital.
También han ensalzado la puesta en marcha de este documento desde el seno de la Comisión Europea. Así, la presidenta de la CE, Ursula Von Der Leyen, define el certificado como "un paso adelante", e insiste en el cambio que traerá en los viajes: "Nos acercamos a nuestro objetivo de tener el certificado en vigor en junio, para que los europeos puedan viajar con seguridad este verano", escribía en sus redes sociales tras su aprobación en Bruselas.
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En cualquier caso, aunque desde la Comisión remarquen que este certificado mejorará la circulación, también recuerdan que no será un pasaporte que garantice la movilidad. Es decir, los países miembros, de acuerdo con el texto aprobado, en ningún caso podrán excluir a los viajeros que no se hayan vacunado. Y en caso de que alguno de ellos se niegue a someterse a la inyección, simplemente deberá pasar por las mismas pruebas que se demandaban hasta ahora para viajar (es decir, una prueba PCR o un test de antígenos, en función del país). "Este reglamento no puede interpretarse como que establece una obligación o un derecho a ser vacunado”, concluyen.