Los venezolanos se medían en las calles. Una marea roja, de flores y camisas oficialistas, arropaba los retratos de Chávez y Bolívar en su camino de vuelta a la sede del poder del pueblo.
Blandiendo rosas, puños y cuadros, los 545 diputados constituyentes entraban en el Parlamento.
Exaltación nacional y del chavismo: sermón y momento de oración, pese a que el Vaticano desaprueba esta Asamblea.
Un parlamento sin presencia de la oposición, llamado a reescribir la Constitución y la historia de Venezuela, en nombre, dicen, de la democracia.
A puerta cerrada, el presidente Maduro ha mostrado menos talante, haciendo purga entre los funcionarios que no fueron a votar por esta Constituyente. Sus fuerzas mantienen incomunicado a líderes opositores como Leopoldo López.
Opositores que, simultáneamente, se concentraban en el centro de Caracas y cortaban algunas calles con barricadas. Entre ellos los diputados electos en 2015, que deslegitiman a los que han tomado posesión.
El resto del día se prevé caliente y el futuro del que fuera el país más rico de Latinoamérica, incierto.