La de Zara, de 15 años, es la historia de cientos de niñas que han vivido esclavizadas por la barbarie terrorista de Boko Haram, un grupo que no duda en utilizar la violencia sexual en su guerra por imponer una estricta visión de la 'sharia'. "Entraban y nos violaban cuando les apetecía", dice al recordar su etapa de esclavitud.

"Mi madre nos escondía detrás de la puerta o de la cortina cada vez que los insurgentes preguntaban si había niñas en la casa", explica a la ONG Plan International.

Después de que asesinasen a su padre, Zara (nombre ficticio), su hermana y su madre decidieron huir del pueblo, pero terminaron encontrándolas en Madagali y las dos niñas fueron secuestradas.

Ambas llegaron a una casa en la que "te torturaban cuando te negabas a hacer lo que ellos decían". Tras la muerte de su hermana, Zara fue obligada a casarse con uno de ellos, de quien incluso llegó a quedar embarazada, aunque el bebé que esperaba murió en el parto.

"No teníamos solo un marido. Diferentes hombres nos violaban cuando querían (...). Entraban y nos violaban cuando les apetecía", afirma Zara, que terminó escapándose junto a otras cinco compañeros de cautiverio rumbo a una aldea donde una anciana les abrió las puertas de su casa y alertó a los militares.

BOKO HARAM

Aisha tenía 13 años cuando los terroristas de Boko Haram entraron en su pueblo, donde permanecieron tres días. "Escondimos a nuestro padre en el techo porque estaban buscando a los hombres puerta por puerta. Cuando entraron en nuestra casa, les dijimos que no había hombres dentro", recuerda.

Sin embargo, los milicianos no les creyeron: "No tenéis de qué preocuparos, pero tenéis un falso techo y vamos a disparar". El padre de Aisha cayó entonces del techo y "le masacraron" y, tras el entierro, los terroristas regresaron para llevarse a la niña.

"Me llevaron con su líder para que él decidiera si yo era adecuada para un matrimonio. Fuimos a verle y dijo que ya era lo suficientemente mayor para convertirme en la esposa de alguno de ellos", explica. Así, se vio obligada a casarse e inició un cautiverio de un año y dos meses.

Para los terroristas hizo todo tipo de tareas, "incluso darles de comer", y fue sometida a todo tipo de castigos, como por ejemplo palizas simplemente por salir de casa. En una de ellas, perdió el bebé que esperaba. "Cuando supieron que mi marido no iba a volver del frente, me dijeron que tenía que volver a casarme. Estuve tres meses con mi segundo marido", afirma Aisha, que escapó junto a otras tres chicas y logró ser acogida por una familiar de su madre en Madagali.

Traslado de niñas y mujeres liberadas por el grupo yihadista Boko Haram, en el aeropuerto de Maiduguri, en Nigeria (Archivo)

Su calvario, sin embargo, no terminó: "Mientras estaba con ella, otra facción de los insurgentes dijo que me tenía que volver a casar". Pese a que intentó explicar que ya estaba con un insurgente que estaba en el frente, se vio abocada a un tercer matrimonio del que lograron rescatarla los soldados la noche antes de la boda.

Los militares la trasladaron a un colegio de Maiduguri donde, según su testimonio, también siguió "estigmatizada". "Allí, todo el mundo me decía que era la esposa de un insurgente y que podría haberlo matado", afirma Aisha, que ahora encara una nueva vida gracias a la ayuda de las autoridades y de la ONG Plan International.

La directora general de la organización en España, Concha López, recuerda con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en Conflictos que el estigma no termina con el fin del secuestro y en algunos casos puede llevar a la exclusión de las niñas y las jóvenes de sus propias comunidades.