70 años ha tardado Carlos Felipe Arturo Jorge de Windsor en convertirse en rey. De hecho, es el príncipe británico más longevo de la historia.
Educado en la más sobria tradición británica, lleva desde los tres años preparándose para el momento de su coronación. Siete décadas dan para mucho, para conocerlo públicamente bastante bien y saber que es un hombre culto, interesado por los derechos sociales y por el medio ambiente.
Pero, sin embargo, no destaca por su carisma, ni por su empatía. Lo demostró su enfado con un asistente justo el día en que se convirtió en rey, o a los pocos días, cuando se manchó con una pluma.
Hasta ahora, tampoco ha tenido mucho sentido del ridículo, por eso lo hemos visto bailar entregado, dejarse besar por su Spice Girl favorita, o ponerse sobre la cabeza cualquier sombrero que se le cruzaba.
Pero si algo ha marcado la biografía de Carlos III es su historia con Diana de Gales. En 1981 se casaron. Él tenía 33 años y una amante a la que, como la propia Lady Di confesó, nunca dejó de ver.
Lo dijo en una entrevista concedida poco después del divorcio y poco antes de la muerte de la princesa. Aunque por aquel entonces Diana era la gran enemiga de la Casa Real británica por, precisamente, ser toda una leyenda para el pueblo inglés, se vio a Carlos acompañar a sus dos hijos durante el traslado del féretro.
Tras la tormenta, y el gran escándalo, llegó la calma y, pasados los años, Carlos pudo casarse con Camila. La examante es quién hoy lo ha acompañado y se ha convertido en reina.
Con eso, y con la coronación de hoy, se puede decir que la perseverancia es también uno de sus puntos fuertes.