Marianti tenía 13 años cuando supo que su padre iba a casarla con un hombre casi treinta años mayor que ella para saldar una deuda por una apuesta en Indonesia.
La joven indonesia escapó de su casa, en el rural municipio de Kepahiang, y se fue a vivir con unos amigos para evitar la boda, pero su padre la convenció para que regresase con la amenaza de que su madre iría a la cárcel a causa de la deuda.
Tras la ceremonia islámica, Marianti dejó los estudios, se mudó con su marido y comenzó a trabajar en una plantación de palma aceitera donde ganaba menos de dos dólares al día.
La unión no fue registrada legalmente hasta años después, aunque la adolescente quedó embarazada a los pocos meses. "Tuve mi primer aborto a los 14 años, entonces no sabía que estaba embarazada; me enteré cuando fui a un médico y me dijo que estaba de dos meses. No entendía lo que era un embarazo entonces y todavía jugaba", cuenta la joven, que ahora tiene 31 años y continúa casada por sus hijos de 5 y 11 años.
Su caso es uno de los que evidencian el daño que está práctica provoca en las mujeres del país con la mayor población musulmana del mundo.
El 17 % de las mujeres indonesias que contrajeron matrimonio en 2016 tenían menos de 18 años, según datos gubernamentales del censo de población. Informes de Unicef indican que el matrimonio infantil afecta al año a más de un millón de indonesias de menos de 18 años, incluidas decenas de miles de menores de 15 años.
La legislación matrimonial de Indonesia, aprobada en 1974, establece un mínimo legal de 19 años para los varones y 16 para las mujeres, siempre y cuando cuente con el permiso de los padres de ambas partes. Sin embargo, la ley prevé una excepción que evita el límite de edad en el caso de uniones por "creencias religiosas" y que debe contar con la aprobación de una instancia confesional.