La ofensiva masiva del ejército ruso deja imágenes desoladoras. También sonidos. Como los llantos de la anciana a la que le cayó encima una bomba en el ataque a una zona residencial en la ciudad de Konstantinivka.

"No muevas la pierna. Todo va a salir bien", dice un enfermero al tratar de calmarla. Le pide que no deje de hablarle y que le coja la mano. Ella es uno de los ocho civiles que han resultado heridos tras la ofensiva masiva de esta semana.

Una vez en el hospital intentan estabilizarla. Allí, otro hombre cuenta que justo cuando salía de su casa estalló una bomba y el impacto le golpeó el brazo. Mientras tanto, en la localidad de Izym, puerta norte del Donbás y retomada por Ucrania hace seis meses, su hospital principal sigue en ruinas. Pero a pesar del destrozo, parte del edificio sigue funcionando.

Dentro está Alexander, un voluntario que perdió su pie al pisar una de las minas que todavía quedan enterradas en la zona. En otro punto, en Bajmut, está Yulia. Tiene 88 años y escapó del frente. Asegura que la vida allí ya era imposible sin agua, sin luz, sin nada. Aún así, alrededor de 3.000 personas siguen todavía en la ciudad. Su evacuación es cada vez más complicada.