Sila tiene 4 años. Perdió a sus padres, a sus hermanos... y ella sufrió unas terribles heridas en su pierna derecha. "Bombardearon mi casa mientras mi familia y yo dormíamos en el salón. Entonces llegó el médico y me la tuvo que amputar", desvela.
Y como ella, cada vez más gazatíes sufren las consecuencias de unos ataques que van camino de extenderse un año en el tiempo. Desde el inicio de la guerra, Israel ha dejado ya a 10.000 gazatíes con discapacidad. Cada día, 10 niños sufren amputaciones. Y como es el caso de Sila, muchos tienen su hogar en una escuela, que hoy sirve de refugio a decenas de familias gazatíes. Allí, ella y más niños intentan jugar lo mínimo permitido por las ofensivas.
"Es tan importante para ellos que incluso en una situación como la de Gaza, que es probablemente de las situaciones más extremas que se están dando en el mundo entero, en cuanto hay la mínima oportunidad, esa niña o ese niño juega, encuentra ese hueco", comenta Chema Vera, Director ejecutivo de UNICEF España.
Un hueco que hace falta asegurárselo, porque el juego es absolutamente esencial para los niños: "Lo es por su desarrollo cognitivo. Lo es por su salud mental. Es un derecho y es algo a lo que deben tener acceso siempre".
Hoy, su campo de fútbol es la tierra y sus columpios son los escombros. Un lugar rodeado de destrucción en el que su imaginación aún se abre paso. Es lo poco que les queda y también se lo están arrebatando.
"No son lugares seguros, no pueden jugar donde ha habido bombardeos, donde los puede haber, donde puede haber cascotes, donde pueden caer. Juegan en el minuto y en el lugar en el que en el que pueden, pero no son condiciones para que puedan jugar", añade.
Niños que a través del juego, de la risa, de la música... lo único que están haciendo es precisamente eso, ser niños.