España, Irlanda y Noruega han reconocido este martes al Estado palestino dentro de las fronteras que quedaron tras la guerra de los Seis Días de 1967, que son las que se pactaron en los Acuerdos de Oslo en 1993, que alumbraron un Estado que no llegó a materializarse. Sin embargo, estas fronteras han quedado desdibujadas por la ocupación, entre asentamientos colonos, muros de hormigón y la presencia militar israelí.
Sánchez ha querido dejar claro en su intervención qué es lo que entiende el Gobierno por Estado palestino y cuáles son sus fronteras, ante el debate suscitado por esta cuestión, toda vez que Palestina está compuesta por Cisjordania, gobernada por la Autoridad Palestina que lidera Mahmud Abás, y Gaza, que controla Hamás desde 2007, y cuya capital sería Jerusalén Este.
Al respecto, ha sostenido que "el Estado de Palestina debe ser, en primer lugar, viable, con Cisjordania y Gaza conectadas por un corredor, y con Jerusalén Este como su capital, y unificadas bajo el Gobierno legítimo de la Autoridad Nacional Palestina". Aunque no le corresponde a España "definir las fronteras de otros países", ha añadido, la visión del Gobierno "está plenamente alineada con las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas" y con la posición tradicional de la UE, que se remiten a las fronteras de 1967, antes de la Guerra de los Seis Días.
Por eso, ha puntualizado, "no reconoceremos cambios en las líneas fronterizas de 1967 que no sean los acordados por las partes". El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ya había señalado que no es necesario reconocer a un Estado con unas fronteras concretas y había indicado que el Gobierno cree que esta cuestión es una de las que deberían dirimirse en la conferencia de paz que siga al conflicto.
¿Pero qué supone reconocer a una Palestina con las fronteras acordadas en 1967?
Tras la guerra de los Seis Días de 1967, según recoge la ONU, "Israel ocupó esos territorios (la Franja de Gaza y la Ribera Occidental), incluida Jerusalén Oriental, que posteriormente anexionó. Esta guerra provocó un segundo éxodo, de aproximadamente medio millón de palestinos".
Por eso, la ONU en su resolución 242 formuló los principios "de una paz justa y duradera, que incluía la retirada israelí de los territorios ocupados durante el conflicto, una solución justa del problema de los refugiados y la terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su existencia". Sin embargo, Israel siguió ocupando territorios. De hecho, estas divisorias ya suponían una considerable pérdida de territorio a lo establecido en el Plan de Partición de la ONU de 1947, previo a la creación del Estado de Israel.
Las fronteras del 67 incluían Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, pero gran parte de ese territorio está hoy controlado por Israel. El 60% de Cisjordania ocupada se encuentra hoy bajo administración civil y militar de Israel, donde han proliferado más de 140 asentamientos judíos que son legales a ojos de la legislación de Israel -y decenas de ilegales-, en los que viven más de 700.000 colonos israelíes, incluyendo Jerusalén este.
¿Qué pasa con Jerusalén Este, llamada a ser la capital?
El mapa actual de Cisjordania es un 'queso gruyer' donde ciudades y aldeas palestinas han quedado desconectadas ante la proliferación de colonias judías, carreteras cuyo uso queda vetado a los palestinos, y puestos militares israelíes que dificultan el movimiento.
En el caso de Gaza, es una incógnita cómo quedará delimitado el territorio cuando termine la guerra, que ha causado más de 36.000 muertos, la mayoría civiles. La ausencia de un plan de posguerra deja abiertas todas las posibilidades. El ala dura del Gobierno de Israel insiste en reocupar el enclave, aunque el primer ministro, Benjamín Netanyahu, desmiente ese interés.
El Plan de Partición de Palestina ideado por la ONU 1947 confería un estatus especial a Jerusalén, pero el armisticio de 1949, tras la primera guerra árabe-israelí, separó de facto la ciudad en dos mitades, quedando la parte occidental bajo control de Israel, y la parte oriental en manos palestinas, en esos momentos Transjordania. Sin embargo, la guerra de los Seis Días de 1967 modificó el tablero de Oriente Medio con consecuencias hasta nuestros días.
Israel ocupó militarmente Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén Este, donde se ubica la Ciudad Vieja y los lugares santos. Jerusalén Este, llamada a ser la capital de un futuro Estado palestino, fue anexionada en 1980 por Israel, que considera la urbe su capital "única e indivisible", y desde entonces ejerce control político y administrativo aunque allí viven más de 300.000 palestinos. El gobierno de la Autoridad Palestina ha sido de facto eliminado de Jerusalén Este.
¿Por qué se apoya al Gobierno de ANP?
Los Acuerdos de Oslo de 1993 dividieron los territorios palestinos ocupados en tres áreas dependiendo de si el control civil y militar lo ejercían los palestinos o Israel, en un modelo transitorio que debía culminar en unos años en un Estado propio. Para ello, se creó la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Fue la primera fórmula de autogobierno para los palestinos, que debía ser provisional pero que hoy se mantiene con un poder cada vez más mermado y que solo puede ejercer en zonas reducidas de Cisjordania, ante la creciente ocupación y presencia militar israelí.
En la Franja de Gaza, las disputas entre Fatah -facción secular formada por Yaser Arafat que controla la ANP- y Hamás acabaron con la expulsión de la ANP y la toma del poder por parte de los islamistas en 2007, ahondando en la fragmentación, no solo de la sociedad palestina, sino también de su territorio. Los dos principales territorios palestinos, Cisjordania y la Franja de Gaza, están desconectados territorialmente desde hace décadas, creando dos realidades políticas y sociales distintas.
Israel ha eliminado cualquier forma de continuidad territorial, impidiendo incluso los lazos familiares. La separación se ha ahondado por la división política y porque ambos territorios están en la práctica gobernados por entidades diferentes.
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A esto hay que sumar los 4 millones de palestinos que viven fuera de Palestina -la mayoría en Jordania y Líbano, pero también en Europa o EEUU-, descendientes de aquellos que huyeron de sus hogares durante lo que denominan la Nakba (catástrofe, en árabe), en 1948, cuando se creó el Estado de Israel, y a los que nunca se les permitió retornar.