A Soud, la guerra de Yemen le ha quitado ya cuatro hijos: dos murieron de sarampión, por falta de medicamentos, y a las otras dos niñas se las llevaron las bombas. "Mis hijas fueron a jugar detrás de la casa, cayeron misiles y cuando llegué estaban allí, muertas", relata la madre.
No quiso esperar más y huyó. Ahora, su hogar es una tienda de campaña en mitad de la nada donde vive con su marido y sus tres hijos vivos.
ONG como Oxfam Intermón intentan hacer llegar hasta allí la ayuda humanitaria, pero con los combates, dice Soud, pasan mucho frío, sed y hambre. Allí, 120.000 niños están en riesgo de morir de hambre por el conflicto.
"Apenas recibimos ayuda. Cada dos o tres meses nos dan un saco de 25 kilos de harina de trigo y aceite vegetal", explica Soud. Esa es su dieta. Quizás, algún día, un poco de té con azúcar si su marido y su hijo consiguen trabajo. Pero con eso su salud no mejora, ya que Soud tiene una incapacidad física que le impide moverse.
Presa en la tienda donde habita se acuerda de su vida antes de la guerra y le entrar ganas de llorar, dice. Ella ha hecho una promesa: "¡Ojalá la guerra termine! Juré hacer ayuno de un mes si la guerra para. Todos lo haremos".
Pero ya son cuatro años de guerra, respaldada por Arabia Saudí, y Yemen, aunque ella no lo sepa, no le importa demasiado a casi nadie.
Aida Al-Mamoum, responsable de Oxfam Yemen, explica que "hace dos años estábamos en una situación en la que la mitad de la población necesitaba ayuda humanitaria". Este año, "es la tercera parte de la población la que necesita ayuda, y la pregunta es ¿qué será lo siguiente?".
Desde 2015 más de 57.000 personas han sido asesinadas en Yemen. Las ONG piden, al menos, una entrada total y segura de la ayuda para paliar los efectos de lo que la ONU considera la peor crisis humanitaria.