Una cámara de seguridad graba la secuencia completa en un barrio de California, en Estados Unidos. En mitad de la noche, se enciende la luz interior de ese Rolls Royce aparcado. A él accede un oso que campa a sus anchas. De los asientos delanteros pasa a los traseros rastreando un olor, buscando comida. El animal vuelve delante y acaba saliendo del coche.
A la luz del día, su paso por el vehículo es más que evidente: las marcas de sus garras dan una idea de la ferocidad del animal que paso por allí y dos coches más.
Tras este episodio, los propietarios reclaman a sus seguros indemnizaciones y hasta aquí todo aparentemente normal. Sin embargo, a la hora de reclamar se descubre la mentira. Los tres denunciantes presentan vídeos muy similares y, casualmente, los tres vehículos son de alta gama.
La reclamación de los propietarios asciende a más de 140.000 dólares y las aseguradoras investigan a fondo por qué el mamífero selecciona de manera tan escrupulosa sus objetivos. Tras ello, se pone en marca la 'Operación Garra del Oso'.
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El Departamento de Seguros analiza inconsistencias en el brillo del pelaje y el comportamiento del animal: se mueve como un humano. Las autoridades registran la casa de los denunciantes y encuentran respuesta a las sospecha. En uno de los domicilios hay un disfraz de oso equipado con garras de mentira que coinciden con los desgarros en la tapicería. La operación se ha saldado con cuatro arrestados por intento de fraude.