Alena Zagreba tiene tan solo 15 años, la misma edad que Ana Frank cuando le tocó vivir la Segunda Guerra Mundial. Ella no ha estado atrapada en Ámsterdam, sino en Mariúpol. Los que atacan esta vez no son los nazis, sino las tropas rusas. Pero ella, al igual que Ana, ha hecho su propio diario, aunque adaptado a los tiempos.
La adolescente ucraniana no ha dejado de contar cómo es su día a día en una guerra, con un relato que comienza desde la ventana de su habitación, con los cristales estallados por las bombas, el día en el que los rusos sitian Mariúpol.
Desde ahí muestra a sus seguidores los edificios en llamas, las calles repletas de humo... todo sin salir de casa.
No tienen ni luz, ni agua, ni calefacción, por lo que acumulan nieve para beber y poder lavarse. Mientras, sus padres bajan a la calle para cocinar en una fogata.
Alena muestra cómo pasa el tiempo contando ventanas rotas y cuando se aburre también baja al parque, convertido ahora en un campo de batalla.
Cuando tiene que abandonar su casa por un bombardeo, suspira, pero han conseguido salir ilesos porque se taparon con mantas. A diferencia de Ana Frank, esta historia tiene un final más amable.
Alena y su familia huyeron en un coche y a pesar de ser atacados por los rusos consiguieron llegar a Zaporiyia, y de ahí a Luxemburgo donde ahora viven como refugiados.