En los últimos diez días, el conflicto entre Israel y la milicia libanesa Hizbulá ha escalado a niveles nunca antes vistos. Israel, en una demostración de su poder militar y tecnológico, ha desplegado todos sus sistemas de defensa antiaérea para interceptar los ataques provenientes del grupo chií. Desde la 'Cúpula de Hierro', utilizada para increpar cohetes, hasta el más avanzado 'Escudo Honda de David', que fue activado hace dos días para neutralizar un misil de largo alcance lanzado por Hizbulá, Israel ha respondido con precisión milimétrica a cada provocación. El punto álgido llegó la noche del jueves, cuando el 'Sistema ARROU' increpó un misil disparado desde Yemen, señalando un nuevo frente en este complejo conflicto regional.
La ofensiva israelí comenzó el pasado martes 17 de septiembre, cuando se produjeron explosiones simultáneas en bases secretas de Hizbulá en Líbano y Siria. Miles de efectivos milicianos quedaron expuestos ante un ataque de precisión que no solo afectó sus instalaciones, sino que también desarticuló de forma efectiva parte de sus redes de comunicación. Apenas un día después, el 18 de septiembre, un segundo golpe sacudió a la organización con la intervención israelí en sus sistemas de comunicación por walkie-takies, lo que dejó a Hizbulá temporalmente incomunicado.
El jueves 19 de septiembre, el líder de Hizbulá, Hasán Nasralá, reconoció públicamente que los ataques israelíes representaban un "golpe severo y sin precedentes" para su organización. "El enemigo ha violado todas las normas, leyes y líneas rojas", denunció Nasralá en un mensaje en televisión, en el que intentó minimizar el impacto estratégico de los ataques. Sin embargo, la realidad en el terreno pintaba un panorama muy diferente. Ese mismo día, Hizbulá admitió haber sufrido la pérdida de más de 1.500 combatientes, mientras que su élite militar, reunida de urgencia, fue blando de un devastador ataque aéreo israelí. 16 altos mandos murieron en el bombardeo, lo que debilitó aún más la estructura de la milicia.
El viernes 20 de septiembre, analistas como Blas Moreno, codirector de 'El Orden Mundial', señalaban que Hizbulá enfrentaba una crisis de confianza interna. "Estos golpes a sus sistemas de comunicaciones, a su moral y a su liderazgo son demoledores. No se los esperaban", declaró Moreno en Al Rojo Vivo.
Durante el fin de semana, Hizbulá intentó responder lanzando más de 150 cohetes, misiles y drones hacia el norte de Israel. A pesar de la magnitud del ataque, las defensas israelíes interceptaron la mayoría de los proyectiles, minimizando los daños. Aun así, la tensión en la región no hizo más que crecer, y el lunes 23 de septiembre, Israel llevó a cabo un bombardeo aéreo que causó la muerte de más de 500 personas en el sur del Líbano, incluyendo civiles, mujeres y niños. "Hizbulá os ha utilizado como escudos humanos", afirmó el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en un comunicado posterior a la operación, justificando la contundencia de la respuesta militar israelí.
Los ataques continuaron durante la semana. El martes 24 de septiembre, las fuerzas israelíes eliminaron al jefe del sistema de misiles de Hizbulá, y el jueves 26, otro golpe acabó con el comandante encargado de la flota de drones del grupo. "Han sufrido golpes muy duros en sus mandos, en sus combatientes y en sus medios de lucha", señaló el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, quien aseguró que las capacidades de Hizbulá han sido considerablemente mermadas.
A pesar de estos reveses, Hizbulá no ha dado señales de rendirse. En palabras de Yago Rodríguez, director de 'El Orden Mundial', "aún no han conseguido el premio gordo, que es Hasán Nasralá". Rodríguez agregó que, aunque Hizbulá aún podría resistir ante una posible invasión terrestre israelí, enfrentaría "enormes dificultades para enviar refuerzos" debido a los continuos golpes a su estructura operativa.