Dos días después y sólo tras aleccionado por su fiscal general y el director del FBI, Trump se ha mostrado, por fin, todo lo contundente que no fue contra los racistas de Charlottesville.
"Nuestra condena más enérgica posible a esta flagrante muestra de odio, fanatismo y violencia. A cualquiera que formara parte en los criminales actos de violencia racista del fin de semana será juzgado. Incluyendo al Ku Klux Klan, los neonazis y supremacistas blancos y otros grupos de odio que son repugnantes", ha dicho Donald Trump.
Los extremistas no tienen un amigo en la Casa Blanca, parecía querer dejar claro el presidente. "Todos estamos sometidos a las mismas leyes, sin importar el color de nuestra piel", ha afirmado Trump. Lo hace después de que su gabinete haya tenido que salir en tromba a defenderle y sí condenara la violencia con las siglas que ahora él ya ha pronunciado.
"No vamos a tolerar el odio y la violencia de los supremacistas blancos, de los grupos neonazis ni del Ku Klux Clan", ha dicho el vicepresidente Mike Pence. Como le recordaba hasta el controvertido Fiscal Sessions, poco sospechoso de progresía caído en desgracia a ojos de Trump, estos atroces actos son terrorismo doméstico y deben ser condenados ipso facto.
Al neoyorkino no han dejado de lloverle las críticas y con ellas también alguna consecuencia. Uno de los principales empresarios del país, que se había sumado a su consorcio 'Made in USA', el director de la farmacéutica 'Merck', le ha dado la espalda y le ha dejado plantado por no rechazar claramente el odio y el fanatismo.