El volcán islandés esta ahora mismo más calmado y menos efusivo que este lunes. La erupción ya no es continua y el magma sólo brota por dos grandes 'bocas' de esa fisura de cuatro kilómetros que se abrió en la tierra.
Sale la décima parte que este martes, cuando la tierra llegó a expulsar 300 m³ por minuto. Eso, unido a que el viento 'sopla a favor' —hacia el sureste—, hacen que lava y gases volcánicos estén esquivando los pueblos cercanos... de momento.
La calidad del aire en Reykjanesbær ha mejorado mucho desde primera hora de la mañana del jueves, cuando la cantidad de dióxido de azufre en la atmósfera superó los 1.300 microgramos por metro cúbico.
Incertidumbre volcánica
Aunque algunos geólogos apuntan que esto podría acabar en días, otros como el conocido Nahúm Méndez ('Geólogo en apuros') recuerdan que "los sistemas volcánicos son muy dinámicos" y bastante impredecibles. Este en concreto "muy activo": esa península de Reykjanes es, de hecho, epicentro sísmico-volcánico en los últimos años.
El Gobierno de Islandia, por boca de su ministro de Exteriores, también advertía: "Esto podría ser cosa de semanas, desinflarse, o ir a más y durar potencialmente meses". Preocupa la Central Geotérmica de Svartsengi, muy importante y situada a unos tres kilómetros de la erupción. Aunque llevan más de un mes tratando de 'blindarla'.
Un blindaje antilava
Ese 'blindaje' una doble protección: primero, muros de ocho metros de alto (el doble que una casa normal de allí), luego, otra barrera semicircular cuatro kilómetros alrededor de la central. Además, un dique para desviar la lava en caso de que llegara a acecharla.
Con el volcán regalándonos aún más bucólicas imágenes, con fuego y nieve en contraste —"asombroso", "una ocasión única en la vida", dicen algunos turistas— se nos puede antojar ir a conocer Islandia.
¿Es seguro viajar a Islandia?
Dicen las autoridades que sí, que es seguro viajar. Los aeropuertos están abiertos, no hay problemas en el tráfico aéreo. Pero advierten de que el momento quizá no sea el más propicio para ir precisamente a Grindavík, localidad cerrada a cal y canto por la Policía al menos hasta el 28 de diciembre.
Con vigilancia las 24 horas, toda la zona cercana a la erupción está desalojada. Por lo tanto, habrá que conformarse con verla desde lejos, por lo menos, hasta después de Navidad.