Estados Unidos ha alertado de una posible vuelta de Al Qaeda a "la vanguardia del movimiento yihadista global", después de que el grupo terrorista Estado Islámico (EI) se haya visto "progresivamente relegado al uso de tácticas clandestinas" a medida que su "autoproclamado califato físico se acercaba al colapso".
Así lo ha indicado el Departamento de Estado en su informe anual sobre terrorismo internacional correspondiente a 2018, donde señala que "Al Qaeda y sus afiliados regionales permanecen resilientes y suponen una amenaza perdurable" para EEUU y sus aliados.
Dados los reveses del Daesh, Al Qaeda busca restablecerse como la vanguardia del movimiento yihadista global", pese a los esfuerzos desarrollados contra esta organización desde los atentados del 11S. En ese sentido, el informe apunta que la red de Al Qaeda continúa expandiendo sus filas y sigue planeando y llevando a cabo ataques, además de seguir financiándose.
En cuanto al Daesh, el Departamento de Estado subrayó que EEUU y sus aliados han recuperado "casi todo el territorio" en Irak y Siria previamente bajo control de esta organización terrorista, liberando así "11.000 kilómetros cuadrados y en torno a 7,7 millones de hombres, mujeres y niños".
El texto del coordinador de la estrategia antiterrorista del Departamento de Estado, Nathan A. Sales, avisa de que, a pesar de los avances en este campo, otras organizaciones filiales o cercanas al Daesh en todo "Oriente Medio y África del Norte permanecieron activas en 2018, inclusive en Libia, Marruecos, Arabia Saudí, la península del Sinaí, Túnez y el Yemen".
Aun así, el Ejecutivo estadounidense apuntó que la presencia y capacidad operativa del EI en estas regiones fue también "reducida en 2018 mediante los ataques aéreos de los Estados Unidos". El informe sale a la luz después de que el líder del EI, Abu Bakr al Bagdadi, falleciera el pasado fin de semana en una operación de las fuerzas especiales de EEUU en el noroeste de Siria.
El documento también hace referencia a Afganistán, sobre el que valora como positivo el inicio de "los pasos hacia un proceso político" para la reconciliación tomados por el Gobierno y los líderes talibanes, algo que ve reflejado en el inicio de un nuevo alto el fuego en junio del mismo año.