Llaman desconsolados a sus padres de cuyos brazos les han arrancado en la frontera sur de Estados Unidos.
Los llantos de niños son la desgarradora banda sonora de un centro de detención tejano cuyos propios trabajadores llaman 'la perrera'. Niños y niñas sudamericanos -2.000 sólo en las últimas semanas- pasan unos dos meses de media en centros de 'procesamiento' con sus familiares, detenidos, a miles de kilómetros.
Es la última muestra de la tolerancia cero con los migrantes del gabinete Trump. Una actuación disuasoria y legal, dicen. Una medida tan inhumana que los mismos republicanos y hasta la primera dama se la han afeado al presidente.
Sin embargo, Donald Trump insiste en defender esta actuación una y otra vez. "Quiero a esas familias juntas para deportarlas", ha dicho. No permitirá en Estados Unidos, asegura, el desastre, que según él, está pasando en Europa.