Beata Mejías y su abogado esperan en el aeropuerto de Baltimore. Beata está pletórica y tremendamente impaciente. Lleva un mes sin ver a su hijo.
Madre e hijo cruzaron la frontera y fueron separados. El niño apenas tiene 7 años y sólo ha hablado con él 2 veces, pero ha llegado el momento del esperado reencuentro.
Beata ha sido la primera en demandar al Gobierno de Estados Unidos y ha ganado. Darwin es sólo uno de los más de 2.300 menores separados de sus familias desde mayo.
Han pasado ya tres días desde la firma del decreto revocatorio y las ONG que trabajan en frontera todavía esperan noticias. "Trump ha puesto fin a la separación, pero no sabemos cómo lo va a gestionar", explica Dori Giusti, Unicef México.
Denuncian, además, que esto no es nuevo. De 2015 a 2018 EEUU deportó a más de 37.000 menores, el 70% centroamericanos. "El 'maltrato' a menores migrantes en EEUU no es nuevo, pero con Trump es más grotesco y evidente, le gusta povonearse", apunta Salvador LaCruz, del Centro DDHH en México Fray Matías.
Un grupo de periodistas ha visitado lo que las autoridades llaman un centro de menores migrantes. Frente a las cámaras de televisión, en esta visita guiada, les enseñan a jóvenes relajados, incluso jugando a baloncesto. Una imagen que dista mucha de las condiciones en las que llegan a la Corte Penal.