El Etna se ha despertado con tal fuerza que ha hecho romperse la tierra y cundir el pánico en Sicilia, donde ha dañado decenas de construcciones. "Todo temblaba. La torre, mi casa, se desplomaron como si fueran de papel maché", cuenta una de las víctimas del temblor.
La mayor parte de los heridos, una treintena, lo fueron por cascotes que se les venían encima mientras huían despavoridos. Porque el más fuerte de los ciento y muchos seísmos que ha provocado el Etna fue, además, relativamente largo.
Ni siquiera la estatua de San Emidio, considerado protector de los terremotos, se ha salvado. Preocupa además que la erupción del Etna ha hecho rugir también al Estrómboli. Aunque los separan más de 100 kilómetros, están interconectados, según explican vulcanólogos.
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Pero la indignación ha venido, de nuevo, por el lado de la política: y de nuevo por el polémico ministro Salvini, que mientras Italia se estremecía hablaba, contento, de chocolate. Cuestión de prioridades e insensibilidad, le recriminan en las redes.