Dentro de los centros están atrapados: "Tengo miedo porque sé que aquí nadie nos puede cuidar de nosotros", confiesa Yahya Darfur, migrante de Sudán. Y fuera de esas puertas saben que la vida es aún peor: "Oímos el horrible sonido de las bombas, a veces hasta los muros vibran", asegura Abraham, de Eritrea.
Llevan años dando tumbos, desde que decidieron salir de sus casas huyendo: "Vine aquí hace dos o tres años, pedimos ayuda pero nada cambia, digo aquí", explica Abdelsalam Darfur, de Sudán. Como ellos cerca de 3.000 refugiados permanecen encerrados en los centros de detención libios.
Una situación que ha empeorado en el último mes desde que mariscal Jalifa Hafter, líder en el este del país, iniciara su ofensiva para el control de Trípoli, la capital. Es difícil trabajar entre las bombas: "Estamos viendo cuáles son las opciones para poder sacarlos a un lugar seguro", asegura Paula Barrachina, ACNUR Libia.
Desde entonces 455 personas han sido evacuadas, pero son ya demasiados años sufriendo y su salud mental está ya muy tocada. "Recibimos informes muy angustiosos de personas en estos centros que han considerado quitarse la vida o lo han hecho", cuenta Sam Turner, MSF Libia.
Desde el inicio cerca de 400 personas han muerto según la OMS, hay más de 2.000 heridos y 60.000 desplazados. Todos llegaron con la misma pregunta: ¿Dónde está mi hogar? Y todavía esperan respuesta.