El relevo al frente de la Casa Blanca tradicionalmente ha sido uno de los pilares de la democracia estadounidense, permitiendo la alternancia de poderes de un sistema bipartidista perfecto y asegurando el correcto funcionamiento del sistema institucional de la primera potencia del mundo.
Sin embargo, desde 2016 todas las convenciones han caído como fichas de dominó y la llegada de Donald Trump -y su salida- han puesto patas arriba a los Estados Unidos. La situación es tal que un mero acto administrativo como la certificación del resultado electoral acabó en un conato de golpe de estado el pasado 6 de enero, cuando el presidente arengó a sus seguidores a tomar el Capitolio.
Ahora, el acto de inauguración del mandato del demócrata Joe Biden tendrá que llevarse a cabo en condiciones de extrema seguridad, con un vallado de tres metros de alto rodeando el National Mall de Washington DC, vacío por las medidas contra el COVID-19 pero repleto de enseñas americanas que sustituirán a los asistentes de otras tomas de posesión.
Las condiciones no pueden ser más adversas, y no solo por el coronavirus: 25.000 efectivos de la Guardia Nacional llevan semanas guardando la ciudad para evitar nuevos disturbios durante el nombramiento de Joe Biden y Kamala Harris como presidente y vicepresidenta de los EEUU, al tiempo que el saliente Donald Trump no ha reconocido su victoria y cacarea sobre un "fraude electoral" que ha sido desmentido en numerosas ocasiones. Con todo, siete de cada diez votantes republicanos todavía piensan que los comicios fueron amañados.
Trump, mudanza con problemas legales
Trump ya ha abandonado la Casa Blanca y los camiones de mudanza ya han llegado a su residencia de Mar-a-Lago, en Florida. Por descontado, no acudirá al acto solemne del arranque del mandato de Biden como 46º presidente, pero abandonar la Casa Blanca es el menor de sus problemas. De hecho, a partir de aquí se inician la mayoría.
Ahora mismo el magnate neoyorquino se enfrenta al segundo 'impeachment' de su mandato, comenzado cuando apenas quedaba una semana para abandonar el cargo. El artículo único de este juicio político lo acusa de instigar a la revolución contra el Gobierno de los Estados Unidos y, aunque no está claro que vaya a salir adelante en el Senado -hacen falta 17 senadores republicanos que voten a favor-, podría terminar con sus pretensiones de presentarse a la reelección en 2024.
Porque la idea que contempla Trump es continuar con su carrera política, ya sea en el Partido Republicano o en un presunto Partido Patriota. Y si no lo lidera él -en 2024 tendrá 78 años y varios frentes judiciales-, sí alguien de su dinastía.
La dinastía Trump
Tres de su prole estarían tanteando sus posibilidades y convertir el apellido Trump en un habitual de la política estadounidense, como los Bush, Clinton o Kennedy. El primero, el primogénito, Donald junior, que ya rechazó competir por un escaño al senado por Carolina del Norte, pero que estaría contemplando la posibilidad de mudarse a Florida. En ese estado, su hija favorita, Ivanka, también estaría planeando presentarse contra el senador Marco Rubio, uno de los aliados de su padre. Y su nuera, Lara Trump -mujer de su hijo Eric-, estaría valorando presentarse al Senado el año que viene.
Sin embargo, lo más posible es que la caída en desgracia de Trump sea un hecho a partir de hoy, después de que lo hayan bloqueado en todas las redes sociales y de que su partido le haya retirado el favor. También podría perder una de sus prerrogativas como presidente: recibir informes de información clasificada.
Varios senadores han advertido del peligro que supondría que el empresario reciba inteligencia reservada y que esto es una cortesía y un un imperativo legal: "Hay un grave peligro de que Trump revele de manera inadvertida o voluntariamente información clasificada que comprometería fuentes y métodos", han asegurado varios miembros del Comité de inteligencia del Senado.
Los retos de Biden: vacunar a 100 millones en 100 días
Trump se va, pero deja un país dividido en dos mitades y un partido desnortado, entre quienes deploran al presidente saliente y quienes quieren aprovechar los 75 millones de votos que consiguió el republicano -el récord histórico de sufragios de este partido-. Con la pandemia desbocada en el país, con cerca de 25 millones de casos detectados y más de 400.000 fallecidos, Biden tendrá poco margen y, desde luego, no contará con cien días de cortesía.
Es por eso que en su primer día en el cargo, a las pocas horas de tomar posesión a las 11:30 local, Biden firmará una docena de órdenes ejecutivas con las que revertirá algunas de las principales decisiones del mandato del republicano. Entre otras, firmará la vuelta de Estados Unidos al Acuerdo del clima de París, el fin del veto migratorio para países de mayoría musulmana, la prórroga de la moratoria de los desahucios y de los pagos de deuda estudiantil, el uso obligatorio de mascarilla en propiedades federales y enviará al Congreso un proyecto de ley migratorio con el que pretende regularizar a 11 millones de indocumentados.
Además, Biden propone llevar al Congreso un paquete legislativo con medidas de choque para revitalizar la economía y luchar contra la pandemia por un valor de 1,9 billones de dólares. Ahí se incluirá desde una ayuda económica de 1.400 dólares a cada estadounidense hasta financiación para reabrir de manera segura las escuelas. Eso tardará algo más y, de momento, el Congreso se centrará en aprobar a los nominados para los puestos clave del nuevo gabinete.
Otro de los retos al que se enfrentará Biden es el de la gestión de los estragos de la pandemia en un país donde el seguro médico deriva, en muchos casos, de tener un trabajo estable, y cuando la enfermedad ha supuesto un impacto durísimo en el empleo. El reto de Biden es conseguir 100 millones de vacunados en los 100 primeros días de su mandato, acelerando la campaña de vacunación heredada de la Administración Trump y que se ha demostrado un desastre.
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Además, y después de años de protestas de 'Black Lives Matter' (Las vidas negras importan), Biden tendrá que hacer frente a las disparidades sociales y raciales del país. Ha comenzado con un gesto muy importante: no solo su vicepresidenta es la primera mujer y primera persona de color en llegar a ser la 'número 2' de la Casa Blanca, sino que su Ejecutivo será paritario y con varias 'primeras veces': desde el primer Secretario -ministro- abiertamente homosexual, a la primera nativa americana.