Talu Massey sabe lo duro que fue lograr que se reconociera su derecho a votar. "Es un deber civil", insiste esta afroamericana. La primera vez lo hizo por Franklin D. Roosevelt. Eso fue hace ocho décadas. Ahora tiene 103 años y votó por correo. No podía correr el riesgo de acercarse a las urnas con los contagios en aumento por todo el país. Dice que son unas elecciones extrañas. También las más importantes y polarizadas que recuerda, por eso confía en que la jornada termine con un claro ganador que evite cuestionar la legitimidad del proceso.
En lo más alto de la papeleta aparecen dos nombres. Donald Trump, como contendiente a la reelección, y Joe Biden, como aspirante. El presidente presenta su continuidad en la Casa Blanca como una elección entre el boom económico y la depresión si gana Biden por el confinamiento. Por su parte, el demócrata invoca al espíritu de FDR, imaginando un país trabajando unido para superar las dificultades creadas por la pandemia.
"Con nuestra voz y nuestro voto", repitió Biden en los mítines de la última semana de campaña, "debemos liberarnos de las fuerzas oscuras, de las fuerzas de la división, de las fuerzas del ayer". Trató así de movilizar al electorado con un mensaje positivo y de esperanza. Trump, sin embargo, se dedicó a minimizar el peligro de la pandemia pese a hacerse cobrado 230.000 vidas, presentó a su rival como un comunista y alimentó las dudas sobre el resultado.
Este año son elegibles 240 millones de estadounidenses para votar. La participación será clave y se espera que sea la más alta desde 1998, de hasta 150 millones ó el 65% del electorado. A la vista de los más de 90 millones que lo hicieron por anticipado, se podría decir que la elección está prácticamente decidida antes de abrir las urnas. El resultado, en todo caso, dependerá de la movilización este martes.
Continuos ataques personales
El total de votos emitidos hace cuatro años fue de 138 millones. Fue la segunda con el mayor índice de participación (61,4%) en los últimos 50 años según Pew Research en base a los datos de la Oficina del Censo. Las elecciones de 2008, en las que Barack Obama fue elegido primer presidente negro, aparecen a la cabeza (63,6%). La incógnita en esta ocasión está en ver cómo actúa el voto negro y de otras minorías como la hispana o la asiática al decantar la balanza.
Los dos políticos expusieron visiones muy diferentes del país durante la campaña, con continuos ataques personales y sin entrar en el fondo de cuestiones espinosas que preocupan a los electores, como la salud, la inmigración o el cambio climático. Trump, que ya no es un outsider, se enrocó en una retórica cada vez más agresiva al ver que el virus le comía sus opciones a la reelección. Biden aprovechó esa vulnerabilidad para criticar la gestión del presidente de la crisis sanitaria, con los contagios creciendo en los estados clave.
La pandemia ya trastornó el desarrollo de las elecciones desde las primarias, en primavera. Los dos partidos se vieron forzados a celebrar las convenciones en las que nominan a sus candidatos en virtual. Biden optó por sacrificar además el contacto personal con el electorado. Trump, sin embargo, celebró mítines multitudinarios por todo el país sin respecto a la distancia social y en los que solo llevaban máscara los que salían en el encuadre de la cámara.
Batalla en los estados bisagra
Si las encuestas son el referente al anticipar hacia dónde se dirige el voto, no cambiaron de manera significativa tras el último debate a las presidenciales. Biden mantiene desde agosto un margen a su favor de entre ocho y diez puntos en los sondeos nacionales. La carrera, sin embargo, se presentaría más ajustada por estados. El demócrata lidera con comodidad en Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Los tres fueron cruciales en 2016. También Minnesota y Colorado.
La contienda estaría reñida, aunque favorable a Biden, en Nevada, Arizona, Iowa, Carolina del Norte, Maine, Florida y Georgia. Trump va con una ventaja muy ajustada en Ohio y Texas. Missouri, Carolina del Sur, Montana, Indiana y Kansas serían suyas. Para hacerse con la presidencia se necesitan 270 votos electorales. El republicano trata de conservar los 306 que amasó en 2016. Si los sondeos se trasladan al resultado, Biden obtendría al menos 280 votos.
Trump se volcó así durante los últimos días con Pensilvania, Wisconsin y Michigan, tratando de replicar la estrategia que le llevó a la Casa Blanca. Son los tres que necesita recuperar Biden, mientras trató de penetrar en Florida, Arizona, Ohio y Carolina del Norte con su ofensiva por lograr cambiar 38 votos. El demócrata también podría arañar al presidente en Iowa y Nevada. La gran incógnita, además, es qué pasará con Texas o Georgia, dos bastiones republicanos.
¿Quién controlará el Congreso?
La clave de la victoria de Donald Trump fue la transferencia de votos, mínima, de los demócratas descontentos por rechazo a Hillary Clinton. Ahora no contaría con esa ventaja. En estas elecciones, además, la cesta de indecisos es muy pequeña porque la gran mayoría tiene claro a quién va a votar. Pero en unas elecciones con las encuestas tan ajustadas, el resultado final puede depender de muy pocos votos entre los sindicatos, las mujeres de los suburbios y los jubilados.
Y aunque la atención se centra en las presidenciales, es casi tan importante estas elecciones la contienda por el control del Congreso. Los demócratas ya se hicieron en las legislativas hace dos años con la mayoría en la Cámara de Representantes, que esperan ampliar, y ahora buscan conseguir la del Senado, donde los republicanos tienen una ventaja de tres votos. Este año hay 35 senadores que se presentan a la reelección. Siete de ellos son vulnerables.
El choque político se caracterizó, además, estos últimos meses por la batalla que libran demócratas y republicanos en los tribunales sobre el derecho al voto. Y es que estas elecciones tienen el potencial de ser más conflictivas que las enfrentó a George Bush y Al Gore hace dos décadas, cuando por medio millar de votos en Florida decantaron el resultado final. Millones de electores como Massey eligieron hacerlo por correo por miedo a contagiarse yendo a las urnas.
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Pensilvania y Carolina del Norte permiten que el recuento de las papeletas por correo se realice varios días después de cerrarse las urnas. Las demandas se concentran precisamente en los estados cruciales. Los republicanos argumentan que el cambio en las reglas del voto por la pandemia puede llevar a casos de fraude. Los demócratas, sin embargo, defienden que la prioridad debe ser proteger el derecho a votar durante una crisis nacional y denuncian que se reprima a las minorías.