La desinformación no es un problema nuevo, pero ha cobrado especial relevancia en los últimos cuatro años. Las pasadas elecciones estadounidenses de 2016 marcaron un precedente: los bulos se extendieron como la pólvora, la responsabilidad democrática de las grandes plataformas se puso en entredicho y la preocupación ante la recepción de mensajes nocivos se abrió hueco en la agenda públicacomo un camión en un atasco.

En apenas unos días Estados Unidos se enfrenta de nuevo a los fantasmas de 2016 y, con respecto a las empresas como Facebook, Twitter o Google, una gran pregunta revolotea sobre la ciudadanía: ¿volverá a pasar lo mismo?

Hay que tener en cuenta que estamos ante un nuevo paradigma, con los problemas que la actualidad atrae. Uno de ellos es la incertidumbre que ha provocado la pandemia por coronavirus:debido a la fuerte demanda del voto por correo, se retrasará el anuncio del ganador de las elecciones, y el propio Donald Trump ha insinuado que, de ser el perdedor, podría impugnar los comicios y abocar el resultado a un nuevo retraso.

Ahora bien, ¿qué papel juegan las redes sociales en todo el proceso? ¿Qué están haciendo para que las elecciones sean justas? Los expertos, con sus matices, coinciden: de una forma u otra, se puede hacer mucho más.

Las medidas de Twitter y Facebook contra la desinformación

Las redes sociales han afrontado de forma diferente las elecciones de este año. Ante la presión que han ejercido las instituciones públicas, especialmente en el caso de Europa, las plataformas han puesto en marcha una serie de medidas para frenar la viralización de bulos. Twitter, por ejemplo, ha deshabilitado temporalmente de su algoritmo la recomendaciónde tuits de cuentas estadounidenses de más de 100.000 seguidores que la red haya etiquetado como desinformación.

También asegura que los usuarios, incluidos los candidatos a cargos públicos, no pueden publicar quién es el ganador de los comicios hasta que se convoque con autoridad —sólo podrán hacerlo los funcionarios electorales estatales o al menos dos medios de comunicación nacionales autorizados—. Otro punto importante gira en torno a la violencia: "Los tuits destinados a interferir en el proceso electoral o la implementación de los resultados de las elecciones, como mediante acciones violentas, estarán sujetos a eliminación", escribe la entidad.

Facebook, por otro lado, indicaba en un comunicado del 3 de septiembreafirmaban que eliminarían las publicaciones que incitaran a la no participación por el COVID-19 y que adjuntarían una etiqueta informativa al contenido que busque deslegitimar el resultado de la elección o discutir la legitimidad de los métodos de votación (como los mensajes de Donald Trump asegurando que el voto por correo es un fraude).

Una de las medidas más llamativas de la empresa encabezada por Mark Zuckerberg es la de cancelar los anuncios. Pese a que en septiembre asegurara que eliminaría todo tipo de publicidad electoral en la semana previa a los comicios, finalmente esto no ha sido así. A principios de octubre, en unnuevo comunicado, la empresa indicó que dichos anuncios serían eliminados una vez pasada la votación. Es decir, los usuarios han recibido propaganda electoral durante toda la campaña.

Es más, en términos económicos, los partidos Republicano y Demócrata nunca han gastado tanto en anuncios de Facebook como ahora. The Conversationrecoge la cantidad invertida por los principales candidatos y la compara con las elecciones de 2008: mientras que Obama se dejó 8 millones de dólares en publicidad, Biden y Trump han desembolsado 96,1 millonesy 90,5 millones, respectivamente.

Las medidas que podrían tomarse y que no se están tomando

Marcelino Madrigal, experto en redes sociales y desinformación, explica a laSexta.com que las nuevas políticas implementadas por las grandes plataformas ante la llegada de las elecciones son "un brindis al sol". En este línea, el informático se muestra muy rotundo y afirma que la cancelación de los anuncios de Facebook "no sirve para nada", especialmente una vez pasada la votación.

También se muestra escéptico con Twitter: "Los usuarios cumplen o no cumplen las reglas. ¿Qué es eso de penalizar las publicaciones de Trump? Es cierto que aparecen mensajes previos para avisar, pero los tuits siguen estando disponibles. Es decir, bajo el pretexto del interés público un alto cargo puede mentir y manipular", expresa.

Madrigal afirma que en todas las plataformas, incluido Google, se podrían aplicar cambios técnicamente sencillos que decantarían la balanza en favor de la veracidad: "Uno de los grandes problemas está en el funcionamiento de los algoritmos. Basta con mirar lo que ocurre en Twitter o Facebook: la deformación del orden cronológico de las publicaciones hace mucho más confusa la información. No es necesario eliminar esta funcionalidad de forma permanente, pero quizá podría ser útil durante las elecciones", apunta.

Otro de los grandes focos de desinformación que no se están controlando, según Madrigal, son las tendencias de Twitter: "Acabar con los hashtags supondría finiquitar buena parte de la manipulación del período electoral. Los grupos organizados que se encargan de diseminar bulos pueden viralizarse en cuestión de minutos. Eliminar los TT es una tarea técnicamente muy sencilla, pero no se va a aplicar", lamenta el informático.

Con respecto a la funcionalidad que ha implementado Twitter que obliga al usuario a citar todo mensaje antes de retuitear (foco de confusión entre los usuarios en los últimos días), el experto indica que tiene cierta efectividad, pero que es fácilmente desmontable: "Probablemente haya generado problemas en algunas cuentas de bots, pero es una funcionalidad que se puede cambiar muy rápido", explica.

En esta línea, Madrigal concluye que el verdadero problema de los retuits, que es el acto de expandir el mensaje, no ha sido solventado: "Entran en el contenido, pero no entran en las formas. Al final, el que quiera reuitear lo va a hacer", sentencia.

Uno de los grandes problemas de la desinformación está en el funcionamiento de los algoritmos.

Marcelino Madrigal, experto en redes sociales y desinformación

El verdadero culpable: ¿Google, las redes sociales o los ciudadanos?

De cara a estas elecciones presidenciales, Google también se ha pronunciado a través de un comunicado sobre cómo trabajará el próximo miércoles. El gigante tecnológico ha admitido que no lo hará solo: contará con la colaboración de la agencia de información estadounidense The Associated Press (AP) que, en palabras del gigante tecnológico, es "una fuente fiable de información sobre resultados electorales".

Gracias a ello, la compañía señala que los usuarios podrán obtener información aportada por AP sobre los resultados "a tiempo real" con tal solo teclear las dos palabras clave: resultados elecciones. Frente a esta iniciativa, Madrigal recuerda que Youtube, que también es propiedad de Google, no es el mejor ejemplo de la lucha contra la desinformación, y que debería desactivar la reproducción automática de vídeos en cadena. "Esta es es una de las mayores fuentes de desinformación", califica el experto.

Por otro lado, María Lázaro, experta en comunicación, transformación tecnológica y redes sociales, explica a laSexta.com que, a su parecer, el verdadero problema se encuentra en Facebook y Twitter, que es donde se enfoca el electorado. No obstante, la docente añade un nuevo factor a la ecuación: la responsabilidad que tienen los ciudadanos a la hora de discernir qué es riguroso y que es potencialmente mentira: "Debemos dejar de utilizar las redes sociales para informarnos de política porque no se han creado para eso", afirma al otro lado del teléfono.

Estamos transfiriendo a empresas una decisión que debería pertenecer al poder judicial.

María Lázaro, experta en comunicación y transformación tecnológica

La experta incide en esta idea y argumenta que las grandes plataformas, pese a que "pueden hacer más", no están destinadas a cargar con el peso de la verificación: "Estamos transfiriendo a empresas una decisión que debería pertenecer al poder judicial. De este modo, a las plataformas hay que pedirles que tomen medidas en casos concretos, como es el caso de las tendencias de Twitter. Pero más allá de eso, buena parte de la responsabilidad recae también sobre los individuos", afirma.

"Si hay algo que las plataformas no van a poder hacer es enseñarnos a que nos cuestionemos lo que vemos en ellas", sigue la experta. En este sentido, Lázaro teme que el juicio de lo que es verdad y lo que es mentira "recaiga sobre las compañías".

En este último punto incide también Madrigal, especialmente a la hora de decidir algunos conceptos básicos. ¿Qué es libertad de expresión?, ¿qué es odio? El experto apunta que es muy importante diferenciar el contexto de cada lugar: "Las legislación estadounidense, por ejemplo, entiende la libertad de expresión de forma diferente a la española. En Europa hay una concepción más protectora de las minorías y los derechos sociales, mientras que en Estados Unidos en muchas ocasiones no se interviene a no ser que haya violencia física". Y, según él, las redes sociales al final ejercen como reflejo de esta idiosincrasia: "Aún nos preguntamos cómo es posible que haya tanto odio", lamenta.

Lázaro recoge la necesidad de matizar según la legislación de cada territorio e incide en que las grandes tecnológicas no deberían gozar de impunidad ante lo que marca la ley: "Si tú estás operando en un territorio con una legislación determinada, debes respetarla. Estados Unidos puede tener unos valores y Europa otros, pero eso ante todo hay que respetarlo".

Ambos expertos coinciden en la complejidad del tema y apuntan que son muchos los flancos a tratar. Madrigal considera que la desinformación ha adquirido complejidad con el auge de la tecnología, mientras que Lázaro recuerda la efectividad de los 'deep fakes' —un tipo de falsificación que funciona con Inteligencia Artificial y que permite crear imágenes ficticias a raíz de rostros reales—. No obstante, la experta concluye con una de sus primeras reflexiones: "Las redes sociales nunca deberían ser nuestro principal medio de información".