Donald Trump, el primer presidente de Estados Unidos en perder la reelección desde 1992, pasó el día jugando al golf en Virginia. Cuando el resultado de Pensilvania confirmó su derrota, regresó a la Casa Blanca, todavía con la gorra puesta, evitó hacer declaraciones y se refugió en su red social predilecta: Twitter.
"No se permitieron observadores en las salas de recuento. Yo gané las elecciones. Conseguí 71 millones de votos. Sucedieron cosas malas que nuestros observadores no pudieron ver", criticó desde su móvil.
Volvió a declararse ganador y emitió un comunicado para agitar de nuevo la bandera del fraude. En la calle, decenas de seguidores le seguían el juego. En Florida, donde sí ganó Trump, reprodujeron su consigna favorita.
"Tenemos que parar el robo. Era obvio que estaba hecho. No podemos permitir que América se convirta en una nación socialista y comunista", se ha escuchado en las calles.
Protestas también en Michigan, uno de los estados del llamado 'cinturón del óxido' recuperados por Biden: "Biden no ha ganado las elecciones. No se han contado todos los votos legales. Ha habido casos de fraude electoral en todo Michigan".
Pero el círculo más estrecho de Trump guarda por ahora silencio y en su partido crecen las voces que se desmarcan de su discurso. Varios líderes republicanos ya han felicitado a Biden, como Larry Hogan, gobernador de Maryland; Jeb Bush, exgobernador de Florida; o Mitt Romney, exgobernador de Massachussets y excandidato a la Casa Blanca.
Si el mandato de Trump partió el país por la mitad, su pánico a la derrota amenaza con fracturar al partido republicano.