El partido del presidente francés, Emmanuel Macron, sentó hoy en la primera vuelta de las legislativas las bases para alcanzar el próximo domingo la que se presume como una victoria histórica, que le permitiría obtener una holgada mayoría absoluta.
La República En Marcha (LREM), que presentó como candidatos a una mezcla de políticos repescados de las filas socialistas y conservadoras junto a figuras poco conocidas de la sociedad civil, obtuvo un 32 % de los votos.
Sin embargo, esa cifra sólo es de verdad elocuente si se traduce en el número de escaños en que se podría convertir dentro de una semana. Debido al sistema electoral francés a doble vuelta, los candidatos de LREM estarán presentes en un enorme número de duelos a dos o a tres en la segunda ronda.
Y tienen muchas posibilidades de adjudicarse la mayoría de ellos. Las estimaciones apuntan a que la maquinaria electoral de Macron, que hace poco más de un año ni siquiera existía, conseguirá entre 390 y 445 diputados, más de cien por encima de la mayoría absoluta (289). El resultado es todavía mejor del que preveían las encuestas para la formación "macronista".
Los demás partidos apenas han podido hacer un ejercicio de contención de daños, sin conseguirlo en casi ningún caso. Los Republicanos (centro-derecha) son los segundos más votados, con cerca de un 20%, pero sus perspectivas son poco halagüeñas para una Asamblea Nacional que hace cinco meses se preparaban para dominar.
Con las proyecciones demoscópicas, los conservadores se harían finalmente con entre 85 y 125 escaños dentro de una semana. Peor aún se presenta el panorama para el ultraderechista Frente Nacional, que con el 14 % conseguido se quedaría lejos de su objetivo de alcanzar en la segunda vuelta los 15 escaños que le asegurarían poder formar grupo parlamentario.
El descalabro mayor, tal como se esperaba, es el del Partido Socialista, que se queda en torno al 9 %, perjudicado por el ascenso de la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon y su Francia Insumisa (11 %). El propio líder de los socialistas en la actualidad, Jean-Christophe Cambadélis, quedó eliminado en su circunscripción parisina, convertido en el retrato de un partido hundido que se plantea su refundación.
Los resultados dibujan un panorama muy favorable para la ambiciosa agenda reformadora de Macron, que pretende tocar asuntos tan sensibles como la ley del trabajo o la educación primaria. Sin embargo, a la espera de la segunda vuelta, su presumible victoria queda por ahora enturbiada por la bajísima participación: sólo un 49 % de los franceses acudieron a las urnas este domingo.
La cifra marca un récord histórico de abstención en la V República (fundada en 1958) y se queda muy por debajo del anterior guarismo, que fue del 57 % hace cinco años. La escasa afluencia, condicionada por un resultado muy decantado de antemano y por las altas temperaturas, ha reabierto el debate en Francia sobre la conveniencia de fijar la celebración de legislativas sólo un mes después de las presidenciales.
Esta coincidencia temporal fue introducida en 2001 bajo el entonces presidente Jacques Chirac precisamente para favorecer la creación de mayorías presidenciales en el Parlamento y evitar la cohabitación. La abstención fue uno de los argumentos a los que se aferraron los partidos derrotados para justificar su mal desempeño, al atribuir el hartazgo ciudadano a una secuencia interminable de elecciones el último año: primarias de la derecha y de la izquierda, presidenciales y legislativas, todas ellas a dos vueltas.
Para el primer ministro francés, Édouard Philippe, el mensaje transmitido por los votantes "no tiene ambigüedad", pese a la alta tasa de abstención. Philippe, antiguo dirigente del partido conservador, consideró que el próximo domingo "la Asamblea Nacional encarnará el nuevo rostro de nuestra República".
Entre los derrotados, la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, opinó que la falta de participación había "penalizado" a su formación, y pidió a todos los "patriotas" acudir masivamente a votar el próximo domingo para frenar la avalancha de LREM. Discurso similar mantuvo el responsable de la campaña de los Republicanos, François Baroin, que reclamó a la sociedad una "movilización" en la segunda vuelta para evitar que "un solo partido" concentre todo el poder.