Ya estaban cayendo los misiles sobre Siria cuando Trump anunció en televisión el ataque: "He ordenado a la armada estadounidense ataques de precisión contra objetivos relacionados con las capacidades de armas químicas del dictador Bashar al Assad".
Su discurso vuelve a fijar en nuestras retinas las deleznables imágenes de niños respirando el gas tóxico. Trump acusa directamente de ello a Al Assad: "Estas no son las acciones de un hombre, son crímenes de un monstruo". Ni él ni sus aliados, Reino Unido y Francia, han esperado el resultado de la investigación internacional.
El Pentágono asegura que la ofensiva militar ha sido dura pero selectiva, solo contra tres objetivos concretos. Uno en Damasco, sobre un centro de investigación científica, y dos en Homs, donde la Casa Blanca asegura que Al Assad almacenaba sus principales reservas de gas nervioso. Allí también ha sido bombardeado un importante centro de comandancia.
Apenas una hora después del inicio, el Estado Mayor estadounidense anunciaba el fin de la operación, pero Trump ya había matizado con anterioridad que están "preparados para mantener esta respuesta hasta que el régimen sirio detenga su uso de armas químicas prohibidas".