Europa, y prácticamente el mundo entero, vuelve a vivir bajo una severa amenaza nuclear, la que en las últimas horas ha lanzado Putin tras el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania y la respuesta en forma de paquete de sanciones de la Unión Europea. Han pasado cerca de 80 años desde que esa amenaza se hiciera realidad por primera vez. Porque en 1945, las bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki provocaron la muerte de cientos de miles de personas a corto y largo plazo.
Fue aquella acción, ejecutada por Estados Unidos y que supuso la rendición de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, la última ocasión en las que se hizo efectivo el uso de este tipo de armamento. Ahora, el miedo vuelve a rondar en las vidas de millones de personas ante las palabras de Putin. No es de extrañar, pues la situación es verdaderamente preocupante; tanto, que es necesario recordar el trabajo del equipo de AsapSCIENCE, un conocido canal de YouTube de carácter educativo y divulgador, que en 2017 se acercaron un tanto a ese hipotético escenario.
En 'What If We Have A Nuclear War?' -¿Qué pasaría si sufriéramos una guerra nuclear'-, Mitchell Moffit y Gregory Brown analizaban el funcionamiento de esa amenaza nuclear y las posibilidades de un territorio frente a situaciones de auténtica catástrofe, como el estallido de una boma nuclear similar a la de Hiroshima y Nagasaki. Antes de ahondar en dicha cuestión, advierten: no existe forma de precisar los efectos de un impacto nuclear como el que la humanidad ya ha vivido, pues depende de diversos factores.
En cualquier caso, sí se puede realizar una aproximación a las consecuencias de que esa amenaza nuclear se haga finalmente efectiva, tal y como presentan en el vídeo expuesto debajo de estas líneas. Moffit y Brown recuerdan que el 35% de la energía de una explosión nuclear se libera en forma de radiación térmica. Y dado que la radiación térmica viaja a una velocidad relativamente cercana a la de la luz, lo primero que se vería tras una explosión de estas características es un destello de luz cegadora y calor.
Pero van más allá, poniendo como ejemplo la explosión de una bomba nuclear de un megatón, 80 veces más potente que la detonada en Hiroshima pero que en realidad no alcanza la capacidad de las bombas nucleares modernas, mucho más potentes. Con el impacto de este tipo de bombas, la población en un radio de 21 kilómetros sufrirían una ceguera repentina en un día despejado, y las personas a una distancia de hasta 85 kilómetros quedarían ciegas temporalmente en una noche despejada.
El calor también supondría un grave problema según la cercanía al lugar del impacto: desde quemaduras de primer grado a una distancia de 11 kilómetros hasta quemaduras de tercer grado, capaces de destruir el tejido de la piel, a una distancia de ocho kilómetros, que conllevarían a la muerte de los afectados sin una atención médica urgente al poco de haber experimentado el impacto. Pero también en este caso, las consecuencias son relativas, porque influye hasta el color de la camiseta que llevaras en ese momento.
En cualquier caso, el mayor golpe los sufrirían quienes tuvieran la mala suerte de encontrarse en el centro de la explosión en el momento de los hechos. En relación a la bomba de Hiroshima, se calculó que las temperaturas cerca del sitio de la explosión eran de 300.000 grados, casi 300 veces más caliente que la temperatura a la que se creman los cuerpos. Sin obviar el problema del aire, pues una explosión nuclear lo aleja de forma agresiva, creando cambios repentinos en la presión del aire que pueden llegar a aplastar objetos y derribar edificios.
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En este sentido, en un radio de seis kilómetros con una bomba de un megatón, las ondas expansivas producirían 180 toneladas métricas de fuerza en las paredes de todos los edificios de dos pisos y velocidades del viento de 255 kilómetros por hora. En un radio de un kilómetro, esa presión máxima sería cuatro veces mayor en una zona con vientos que podrían superar los 750 kilómetros por hora. Y si por lo que fuera una persona sobreviviera a ello, aún tendría un enemigo igual de poderoso: la radiación.